A pesar de haber entrado en la octava jornada de la VIII edición del Festival de Teatro Infantil Infantil “José Gregorio Romero” organizado de forma eficiente por todos el equipo logístico de la Fundación Puertoteatro en las ciudades de Puerto La Cruz y Barcelona, el calor del público sigue colocando una alta temperatura a todas y cada una de las funciones pautadas en su rica programación que arranca, día a día, con presentaciones matutinas hasta culminar a las 7:00 p.m. en los espacios de la Sala “Ricardo Lombardi” del Complejo Cultural Puerto La Cruz como punto central de este magnífico evento para todos nuestro niños, niñas, adolescentes y adultos que posean un corazón eternamente lleno de ilusiones, sueños y esperanzas.
Comentaré para esta nota, lo exhibido tanto por el grupo de títeres argentino-peruano Babalawos con su obra: “¿De quién son los juguetes?” así como lo ofrecido por el colectivo titiritesco neoespartano Tín Marín con su montaje “Perucho y el collar de perlas”, ambas visualizadas en la Sala “Ricardo Lombardi” del Complejo Cultural de Puerto La Cruz (Ateneo y/o sede de Puertoteatro). Dos sencillos pero lucidos espectáculos que hicieron sonreír y hasta a poner a pensar a los chiquitos tras el discurrir de sus respectivos argumentos.
El mundo del títere tienen diversas modalidades, formas técnicas e incluso, una dramaturgia muy propia. No es nada fácil asumir o creer que ser un creador de esta disciplina es cosa de “soplar y hacer botellas”. Se requiere tener una sensibilidad, una formal preparación, entender que mientras más técnicas se aprehendan, comprendan y empleen será en beneficio de construir tal o cual espectáculo. La destreza y la experiencia vendrán con el pasar del tiempo. No discurriré en una historia del género pero enfatizaré que ser manipulador de títeres es sumergirse a tiempo completo en un universo tan fascinante como complejo el cual opera de forma autónoma o que puede integrarse -con audacia e inteligencia- dentro de montajes profesionales de teatro infantil. Si ello es así, los linderos se suman y el resultado tiende a optimizar la proyección significante de mensajes, de la trama y/o del mero hecho de entretener solo con el horizonte fijo en saber que esas decenas de niños que son convocados en una jornada diurna o vespertina estarán sentaditos sea bien cómodamente en una platea, bajo el sol en una calle o plaza mirando y expectantes ante un tinglado improvisado o sorprendidos ante esos maravillosos teatrinos dentro de los cuales habrá de surgir y accionar a sus anchas el títere (de guante o varilla), la marioneta, el guiñol o, los divertidos muñecos entre otras muchas fórmulas técnicas derivadas del ingenio de cada grupo o individualidad artística.
TIN MARIN ETERNO!!!
Hace años que he sabido de dos excelentes profesionales del género del títere como lo son: Omar Galbiati y Valerie Pelegrín. Diestros y depurados en su técnica la cual se armonizan de forma sincrónica, llenos de callada alegría que se expresa en su trato hacia quienes les conocen y hacia el público que le ve actuar y que transfieren casi de forma osmótica, muy naturales a cada pequeño títere que manipulan decidieron expresarse en su muy bien armado teatrino, la farsa épica “Perucho y el collar de perlas” inspirada en textos del escritor José Joaquín Salazar Franco –mejor conocido en la región insular margariteña como “Chegüaco”- y que sería considerado por el teatrista y dramaturgo de títeres Daniel Di Mauro como expresión de un fábula donde el color local, las creencias, y lo autóctono de la región margariteña queda refrendado en personajes que sobre sus acciones rubrican el signo temático del agradecimiento.
La soltura expresiva de la historia quedó firmemente codificada tanto en lo lúdico de las fuerzas que se oponen -el bien versus el mal- pero sin rebuscamientos ni exageraciones. La trama queda articulada con eficacia y brillo gracias a un acabado trasfondo no verbal (la imagen de los telones que cambian con agilidad creando no solo el soporte para cada escena sino la ambientación de cada situación; así, el decidido e intrépido “Perucho” busca un legendario collar de perlas que nadie había encontrado y se lo ofrenda a la Virgen de La Asunción para que esta le conceda la recuperación de salud de su madre Ña Berenice”. Perucho deberá vencer a extraños seres que se interpondrán en su camino como el “Chivato”, la “Culebra Melenuda” y el mismísimo demonio, encarnado en el personaje de la “Chinigua”. El bien triunfa, Perucho logra su objetivo, se casa con su amada Ana Matilde y fin de la historia. Los niños agradecidos, ríen, -piensan- y aplauden. ¡¡Bravo por Tín Marín!!
TÍTERES BABALAWOS
Una muy buena integración binacional (Argentina y Perú) se expresa en la alianza creativa titiritesca y de muñecos, una joven y dúctil pareja creadora (Héctor Edgardo Carrizo y Gladys Mamaní) que son exponentes de lo mejor de la juventud y personalidad latinoamericana integrando el grupo Babalawos Teatro de Muñecos decididos a que ese “milenario arte del teatro de títeres” sea explorado, difundido y dado a saborear en disímiles entornos sociales y geográficos de nuestro continente.
Arriban así, cargados de ardoroso entusiasmo al aquí y ahora de este dinámico Festival de Teatro Infantil “José G. Romero” para expresar no sólo compromiso, solidaridad y ganas de hacer en la escena de su transportable teatrino sino seguir expandiendo las rutinas, profundizando los argumentos, comunicando a quien quiera verlos y oírlos, esa simpáticas como jocosa historia donde el negrito “Chocolatín”, un Rey Mago -bastante ancianito y algo despistado que debe repartir sus juguetes a los niños de una ciudad-, un malvado pero a la vez llano pirata de nombre “Parche Verde” que quiere robarle esos juguetes navideños y quizás el héroe de la historia: el personaje representado por Vladimir (un marinero ruso) y un temible lagarto que de malo se pondrá a favor de los buenos para dar al traste con las infames intenciones del pirata.
Babalawos se ganaron la admiración, simpatía y una fuerte ovación de quienes lo vieron ejecutar su tinglado. De mi parte solo les diría que quizás un poco de mayor acabado en la imagen de este dispositivo, con más colores o formas que ambienten cada escena sería un plus que potenciaría cada situación. Sobre la técnica se observa que la manejan. Hay buena dicción y proyección de la voz así como acorde matización. Fluidez, ritmo, rapidez de accionar son rasgos que hablan de que dominan el arte. Me gustaría verlos a futuro explorando y trabajando otras temáticas y base argumentales para ver detallar si hay evolución hacia el crecimiento. Por ahora, ¡un aplauso por su sincera capacidad de comunicación y empatía con el público anzoatigüense!
E.mail: crítica@cantv.net
Especial desde Puerto la Cruz
Carlos E. Herrera