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Muerte en Directo


Hablarnos sin tapujos desde la escena; reflexionar desde el oficio como puente que aspira expresar algo; poner varios acentos en las “íes” de lo que es y seguirá representando el oficio teatral, evitar las trampas de lo efímero y sustanciar ante expertos como neófitos de lo que es el profundo “misterio” del teatro, fueron algunas aristas que el monólogo “Muerte en Directo” planteó al espectador caraqueño. Del dramaturgo y director español Guillermo Heras, dirigida con pertinente sentido de lo escénico por parte de Gladys Prince y actuada de forma impecable por Alma Blanco, este monólogo  se abrió con sencillez y despojado de cualquier ampulosidad e impregnada de hermosa sinceridad ante la mirada de unos seis privilegiados que lo presenciamos en su penúltima función de temporada en la Sala Luís Peraza.
  
Y digo “privilegiados” porque algo extraño ocurrió en la ciudad: había una notoria baja de espectadores tanto para esta función como en lo que constaté desde el jueves 24 al domingo 27 en varios espacios teatrales de la urbe. ¿Dónde y qué está pasando con el público? ¿Por qué esa soledad tanto en producciones infantiles, juveniles y adultos en propuestas que están fuera del terreno del “teatro comercial o ligero”? Alma Blanco en un desempeño técnico y artístico que califico de excelente, dio con su representación (real y ficticia) la respuesta a este fenómeno cuando su personaje de “ella” se dirigía a tan exigua platea y nos hablaba de las razones del esfuerzo creador de una actriz (en doble rol) que se entregaba, tenía naturalidad “método” y organicidad stanilawskiana y apartada del desgastado cliché, pero que en otros ejemplos hace que la santa taquilla burbujee con frenesí convirtiendo algo pueril en un suceso de resonancias rimbombantes, asumía su muerte en directo.
  
Una pieza enmarcada en trabajo pulcro y actuación de primera. Con dureza, hacía eco en una sala ausente de receptores inteligentes que no fuesen a consumir textos digeridos y buscar risas fáciles. Un texto con sello genérico de tragedia anunciada que habla rigurosamente de un periplo de vida y de compresión del oficio por parte del autor. Un singular momento ignorado por nuestro público que debió haber asistido y degustado de un trabajo doblemente contundente: el binomio texto -autor / puesta en escena y la realidad de cómo con poco, se puede crear un universo de cosas gracias a la regia entrega de gestos, matices corpo expresivas, de sentido de ritmo y pie en tierra para construir un personaje con situaciones que afirma que: ¡el teatro es arte y no simplemente, trabajo!
  
Mi aplauso a este montaje que espero se retome y sea atendido por quienes deben de verlo: el público y teatristas. Hubo una hermosa lección de vida y de sentido de lo que es el arte del teatro.
 
 critica@cantv.net

 

Carlos E. Herrera

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