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LA LARGA SONATA DE LA MUERTE


Beckett (4, de 6)

Watt es la novela, escrita entre 1942 y 1944, que terminó el primer período de Beckett escribiendo en inglés. La Trilogía –Molloy, Malone Muere y El innombrable- fueron escritas en francés, así como Esperando a Godot. Hubo experimentos previos, insatisfactorios para él, no publicados, que exaltaban la desesperada búsqueda del "Ser". Molloy (1947) cuenta el viaje de Molloy en busca de su madre; viaje que es interrumpido cuando atropella a un perro, es arrestado y liberado; Molloy queda solo en el bosque, con el cuerpo en descomposición, apenas arrastrándose, abandonado de toda esperanza y deseo. Se le ordena a Moran –cruce entre agente secreto y detective privado- buscar a Molloy, pero al llegar a la "tierra Molloy", su cuerpo también se empieza a descomponer; y regresa, arrastrándose también, sin cumplir su misión.

Molloy, trascendiendo su aridez intelectual, logra una rica e inolvidable humanidad. Su "Ser" incluye a toda la experiencia e intelecto humanos, todo bien o mal, poesía y crueldad, que ha sido asimilado, descartado y llevado al polvo de una suprema indiferencia.  "Todos los caminos son buenos para mí, un camino equivocado era un evento para mí", pero al mismo tiempo, todos los caminos llevan al sufrimiento, la vida es una intolerable carga, nacer una peor tragedia que morir. Sufrir es un incontrovertible hecho de la vida; es la existencia, la prueba de que "algo está tomando su curso", pudiendo hasta ser evidencia del "Ser"; "Je souffre, donc je suis". El Innombrable dice: "Sé que mis ojos están abiertos por las lágrimas que salen incesantemente". Y Vladimir: "El aire está lleno de nuestros llantos".  El hombre nace hacia los problemas como las chispas vuelan hacia arriba. ¿Por qué? No hay razón; el dolor, la desintegración de la máquina humana es absolutamente gratuita. "¿Qué me hace lloriquear así? De tiempo en tiempo. No hay nada entristecedor aquí. Quizás sea el cerebro licuado", dice El Innombrable.

Tan intensa es la piedad de Beckett por el sufrimiento gratuito del hombre que a veces parece intolerable; es la angustia que atraviesa toda su obra. Si la existencia es tal sufrimiento, entonces sería mejor no existir. Para la gente de Beckett el pecado imperdonable es amar; porque la "música, música, MUSICA" que es el amor es inseparable de la maldición primaria –el pecado original calvinista- del sexo. El amor crea nuevos seres para que soporten el sufrimiento; y para Molloy el término "madre" es la más obscena palabra de insulto en su vocabulario. Ella es "esa ciega y sorda hechicera", la que "me trajo al mundo a través de su hueco del culo si mi memoria es correcta. Primer sabor de la mierda". De no ser por el nacimiento, cuánto sufrimiento pudo haberse evitado, cuánto absurdo, desastre, futilidad y muerte. La descomposición, la progresiva desintegración que experimenta Molloy, todo el sórdido, maloliente y obsceno calvario en procesión, de útero a basura rechazada, es responsabilidad de quien Molloy llama "Mag".

Molloy siente que su libertad está amenazada por todas partes; su propia vida es una secuencia de "imperativos hipotéticos"; está aprisionado en la cadena de la vida, la forma de sonata en tres partes: comienzo, espera y final. Y no hay escape. La gente de Beckett se encuentra inextricablemente involucrada en problemas de comienzos y finales, de nacimiento y especialmente de muerte. La forma narrativa de Molloy es como espirales repetidos hacia adentro en torno a sí mismos, sin principio ni final; su principio es de hecho su final. Es un presente en continua expansión, y a la vez una infinita progresión: el escritor escribiendo sobre un pasado que nunca puede ser alcanzado con el momento presente de escribir, porque hasta cuando escribe la palabra "ahora" o "es medianoche", el instante de "ahora" ya desapareció, y "no era medianoche". Watt "nunca nació apropiadamente". Y en cuanto a finales, se espera y se espera hasta el día del juicio final. O hasta que "llegue Godot… o que caiga la noche".

La muerte se vuelve un tema en sentido no ordinario. En la Trilogía, ninguna de la gente de Beckett teme a la muerte. Todos piensan de la vida como un exilio, un castigo por algún crimen desconocido, quizás el crimen de haber nacido, como sugiere Estragón; un exilio en el tiempo desde la realidad de ellos mismos; todos piensan de su ser esencial como espacial, sin dimensiones, como "un crepúsculo en la oscuridad de la libertad absoluta" (Murphy), como "una manchita en el vacío, en la oscuridad, para siempre" (Hamm), como viviendo en un purgatorio-Belacqua antes de la re-admisión a la Nada sin tiempo, pero ninguno de ellos ve a la muerte misma como realmente relevante. Porque la muerte simplemente aniquila, en cuyo caso elimina los problemas de la vida sin solucionarlos; o la vida continúa indefinidamente más allá de la muerte, en cuyo caso el problema sigue sin resolverse.  Lo que necesita para cerrar el exilio es un final, un final que es una resolución de imposibilidades lógicas y que por lo tanto sea una introducción de una dimensión completamente diferente, un final que sea en el mismo instante un comienzo; y es extremadamente improbable que la muerte pueda ofrecer esto. La muerte misma es un fenómeno temporal, destructor de otros fenómenos naturales (palabras, memorias…). ¿Pero cómo puede la muerte destruir –además de resolver- un Vacío, un Ser? ¿O el tiempo? ¿O el espacio? La destrucción, de hecho, es casi tan literalmente inconcebible como la supervivencia.

Eontoces, si la muerte no es el fin, ¿cuál es el fin? Debe haber uno, si el exilio intolerable del Ser ha de concluir. Para Molloy el problema es insoluble. Para que algo comience o termine implica un rígido determinismo antes y después, y de ahí la carencia de libertad para el Ser, que, siendo un Vacío, no puede ser otra cosa que libre. Una "libertad total" que corresponda al Ser es sólo posible con un mundo, literalmente, "sin fin", sin tiempo, eterno. Pero el tiempo es inseparable del movimiento, por lo tanto esta libertad es sólo concebible en un mundo sin movimiento, un mundo de inmóvil esperar. Desde otro ángulo: si el Ser es totalmente, el tiempo y el movimiento son ilusiones, o quizás sólo imposibilidades; de ahí la intolerable dificultad que la gente de Beckett parece tener para ir a alguna parte, o el terror que Molloy observa al principio o al final de cualquier cosa.

En Malone Muere (1948) malone ha llegado al estado que Molloy alcanza al final de su peregrinaje: está estático, en cama y muriendo. Malone desarrolla más ampliamente lo que Molloy apenas tocó. En el acto de morir, Malone ve en el sufrimiento una esperanza para captar su propia identidad, Malone analiza pensamientos, palabras, memorias que cubren su personalidad y esconde su verdadero Ser; entiende que de ellas, todas igualmente arbitrarias, creará diferentes personalidades, todas en íntima relación con el Vacío interior que es su Ser. Así su "Yo", como narrador, se distancia de sí mismo y observa con más distanciamiento. Y sí –y esta es su intención final- puede hacer que la muerte de uno de sus seudo-personalidades (Macmann) se corresponda con la muerte de su más permanente seudo-personalidad, y así ver el mecanismo de la muerte a tiempo, posiblemente podría captar o penetrar la Nada del Ser eterno. En cama, el hombre beckettiano espera a la muerte:

"Mientras espero me contaré historias, si puedo. No serán el mismo tipo de historias como las de hasta ahora, eso es todo. No serán hermosas ni feas, serán calmas, no habrá en ellas más fealdad o belleza o fiebre, serán casi sin vida, como el narrador. ¿Qué fue eso que dije? No importa. Espero que me den gran satisfacción, alguna satisfacción. Estoy satisfecho, ahí está…"

Malone observa (y es el primer personaje de Beckett que lo hace) que mientras más cerca está de lo que debe ser "el fin", el tiempo más lento –su tiempo- prosigue; prosigue hacia Cero, se prolonga, otra vez como un decimal recurrente, en dirección al infinito; porque mientras el tiempo es, no tiene fin; y él, en el tiempo, tampoco tiene fin. Su muerte, su verdadera muerte, que es al mismo tiempo un renacimiento, nunca llegará.  Y entiende que debe matar al tiempo, y mata: se pone furioso metafísicamente. El tiempo, de hecho, se detiene para él y para su mundo. "Detuve todo y esperé…" Pero nada funciona; el tiempo no se detiene, se vuelve más lento, no muere, y por lo tanto tampoco Malone: su "muerte" nunca será una "verdadera" muerte, un final, hasta que el tiempo mismo cese; no hay fin, sólo esperar, y:

"quien ha esperado lo suficiente esperará por siempre. Y llega la hora cuando nada más puede pasar y nadie más puede venir y todo finaliza menos el esperar que se conoce a sí mismo en vano…"

No es una espera por la muerte, sino literalmente un estar esperando por Nada. Más allá de la muerte no está "Nada", sino simplemente más esperar. El purgatorio de la tierra es meramente transformado en otro, de dimensiones más extrañas y tristes: el purgatorio de El Innombrable.

 

Comentarios a: albrobar@gmail.com

Alberto Rodríguez Barrera

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