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Héctor Manrique: un entusiasta del teatro y del éxito de todos.


Héctor Manrique es actor, director, maestro y gerente teatral. Hablar de él es referirnos a una sostenida labor escénica en la cual el éxito ulterior es la consecuencia constante.  A lo largo de su carrera, este hombre se ha paseado por diversos géneros teatrales que van, desde lo más complejo de la dramaturgia local y extranjera, hasta lo que últimamente se tilda de comedia comercial. Tiene ya varios años marcando hito con las grandes convocatorias de público que logra  para sus montajes. “Mónologos de la Vágina”, “Confesiones de Mujeres de 30” y “Brujas” dan fe de ello.
Viene de la sólida escuela del Grupo Actoral 80, siendo iniciado en estas lides  por el renombrado maestro Juan Carlos Gené. En más de 20 años de carrera,  muchos han sido sus logros tanto en la actuación como en la dirección y en la gerencia. Sin embargo, más allá de ello, Héctor se define sólo como un “creador de climas de trabajo”, muchos de los cuales considera que han sido muy gratos y que le encantaría repetirlos.
En nuestro encuentro, este “genesiano” nos devela sus impresiones acerca de sí mismo como artista y creador, así como  expresa su opinión sobre el panorama cultural y teatral de la  Venezuela de hoy.
Pués bien, se abre el telón.

PRIMER ACTO: EL RECUERDO DE AQUELLA PRIMERA AUDICIÓN.

– ¿Cuántos años tienes en el teatro?
– 23 años. El 13 de octubre del 1983 debuté como actor y asistente de dirección en una obra  que se llamaba “Pedazos” de Ricardo Lombardi – su ópera prima- hecha por el Grupo Actoral 80  y dirigida por Juan Carlos Gené.

– ¿Cuáles fueron tus comienzos?
– En esa época, el Taller de Formación del CELCIT (lo que es ahora el Grupo Actoral 80) en sociedad con el Taller del Actor, tenían  un programa de formación de tres años, en el cual veíamos expresión corporal, mimo, jazz, voz y dicción, historia del teatro y  actuación que era la columna vertebral porque era un taller para formación de actores. En el primer año  esta materia la daba Enrique Porte, y en los otros dos  años se encargaba Juan Carlos Gené.

– ¿Te recuerdas de tu audición?
– Ese fue un momento que cambió mi vida. La casualidad es un motor de la existencia del hombre. En ese tiempo yo no tenía muy claro  que quería hacer , sabía que quería  algo que tuviera que ver con esto, así que por medio de mi padre hablé con Rodolfo Izaguirre, éste me aconsejó contactar a Cabrujas quien me dijo que fuera  a estudiar con Gené y con Porte. Fue una especia de “ir de carambolas” donde la casualidad  junto con la suerte fueron empujándome hacia este camino.

– ¿Cómo te fue en esa audición?
– Yo tenía 17 años, estaba muy joven y era la única persona sin experiencia en ese taller. Todavía no entiendo por qué me aceptaron. Nunca se lo he preguntado a  Gené ni creo que  se acuerde porque seguro que para él no fue un hecho importante, en todo caso fue relevante para mí que hice  la prueba. Yo no creo que en ese tiempo, fuera una persona muy buena haciendo esto. Las que cosas que he logrado, si he logrado algo que valga la pena resaltar por su calidad, ha sido con mucho esfuerzo y trabajo. Yo no soy una persona de talentos naturales y  nunca fui el alma de la fiesta, más bien soy  tímido pero algo verían ellos que yo no  sé.

– Pues no se equivocaron…
– Hay opiniones (jajajá) pero yo agradezco profundamente a quienes fueron mis maestros en ese momento y en especial a Juan Carlos Gené y   Enrique Porte porque nuestra relación trascendió gustosamente  de lo pedagógico a lo personal. Ellos pasaron a ser  dos personas esenciales en mi vida y cuando digo esenciales es porque siempre  los recuerdo, son la fuente de mi inspiración, de mi reflexión y siguen siendo guías de lo que hago.

– Si bien es cierto que Enrique Porte y Juan Carlos Gené fueron tus maestros principales, creo que con Juan Carlos Gené tuviste una relación mucho más intensa y duradera.
-Si, porque a  Enrique  lo conocí en el 83, hicimos una gran amistad y trabajamos juntos,  era una cosa más de pana pero él muere en el año 90. Con Gené la relación ha sido  más larga e intensa en todos los sentidos, tanto  en lo didáctico, ya que en mi formación fui acompañado por él como maestro guía e instructor, como en  lo artístico,  porque trabajamos frecuentemente como actores juntos y  también me dirigió en muchas ocasiones. Soy “genesiano” y asumo con absoluto orgullo mi herencia porque esta es una de las cosas más bellas que tengo en mi vida.
Gené es mi maestro y mi amigo, una persona a la que le estaré eternamente agradecido por haberse fijado en mí, por haberme elegido, porque así como uno intenta elegir a un maestro yo tuve la suerte de que ese maestro me eligiera a mí para que lo acompañara en el trabajo. Sin Gené, yo hubiese sido otra persona- y no es que me sienta muy bien con la persona que soy-  pero si alguna cosa buena tengo se la debo en parte a él.

-¿Qué aprendiste de Gené?
– Rigor. Un  rigor del cual él nunca habló, sólo se lo vi. Rigor en lo artístico, en lo estético y  en lo disciplinario y eso  lo heredé.
El año pasado cuando Gené vino, después de doce años de ausencia, para dirigir “El Día Que Me Quieras” volví a constatar  su rigor, su disciplina, ese amor por el trabajo.

– ¿Siempre te mantienes en contacto con él?
– No tanto como quisiera porque  soy una persona que ha tenido unas cuantas despedidas dolorosas en la vida: Fausto Verdial, José Ignacio Cabrujas, Enrique Porte, Ricardo Lombardi, la misma ida de Gené a Buenos Aires, y a mi no me gusta despedirme. Seguramente mucha gente debe pensar que soy muy antipático porque a veces estoy en un sitio y no me despido. Creo que es algo que me pasa a partir de todos esos dolores. Entonces si no tengo más contacto con Gené es para no despedirme tanto.

– Seguramente Gené estará muy orgulloso de ti.
– A mi él nunca me dijo que estaba bien en un trabajo. En una oportunidad  después de hacer una temporada  en Buenos Aires y  sentados en una platea del Teatro de San Martín, recordando cuando hicimos en el año 1985  “Ardiente Paciencia”, yo le comenté lo exquisito que había sido su montaje y él me dijo que mi trabajo había sido muy bueno. Creo que esa fue la única vez que me ha expresado algo sobre un trabajo mío. Pero la acción habla más claro que las palabras y el haber aceptado la invitación del Grupo Actoral 80,  para dirigir “El Día Que Me Qquieras” donde yo iba  a ser Pío Miranda , dice todo. No hace falta que me diga que me quiere y que está orgulloso de mí. Yo, por mi parte, sí he expresado, en muchas ocasiones, todo el amor y el respeto que le tengo. Para mi él es un monstruo como director, actor, dramaturgo y  maestro.

-¿Cuál es el montaje que más recuerdas de esa primera etapa?
-“Ardiente Paciencia”, yo tenía 21 años y era la primera vez que   protagonizaba una obra, además nos fue muy bien, la estrenamos en Madrid con enorme éxito, después la hicimos en Buenos Aires y en Montevideo obteniendo muy buenas críticas. Eso fue para mí una experiencia vital porque me infundió mucha fe y me hizo pensar que “yo servía para esto”.

SEGUNDO ACTO: EL ACTOR QUE HAY EN MANRIQUE.

– Héctor Manrique es director, productor, docente y gerente ¿Cómo se encuentra tu actor? ¿No se siente relegado?
– Creo que la actuación no la he atendido tanto como lo hubiese querido. Junto con  la pedagogía, actuar es lo que mayor placer me da. ¿Cuáles son las razones de tal descuido? Bueno, te confieso que yo no he recibido una llamada de nadie en teatro invitándome a trabajar como actor.

– ¿En serio?
– Te lo juro. Creo que no me llaman porque debo ser insoportable. Últimamente he actuado y dirigido al mismo tiempo. Es la única manera que he encontrado para poder actuar también. Lo hice con “ La Cena de los Idiotas” y “Art” . Ahora  estoy en un proyecto “La Revolución” de Isaac Chocrón que pensamos dirigirlo a cuatro manos Basilio Álvarez y yo, y actuar los dos también.
Por eso para mí es un banquetazo hacer Pío Miranda dirigido por Gené y cuando me invitan a hacer una película yo procuro hacerlo porque me divierte mucho. Pero, en principio yo  no cobro por actuar, al menos que sea televisión por supuesto. Es más, yo pagaría por actuar en un papel que me gustara mucho.

-¿De verdad?
– De verdad, a veces lo he pensado.

TERCER ACTO: LA LLEGADA DE OTRAS RESPONSABILIDADES.

-¿Cómo ha sido la experiencia de dirigir el Grupo Actoral 80?
– En el 93 empecé a dirigir el Actoral  80, para bien o para mal. Fue un reto muy grande pero como todos los retos no son tan grandes cuando los enfrentas. Tampoco tiene ninguna connotación heroica el haber hecho esto. Era lo que me tocaba y lo hice.

– ¿Gené te delegó esa responsabilidad?
– No, eso pasó de forma natural. Ya  yo estaba haciendo el trabajo de dirección y venía encargándome de la parte administrativa del grupo. Además, ser director de una institución como ésta te quita mucho tiempo y quien estaba dispuesto a hacerlo era yo. Dirigir este grupo ha sido un trabajo del cual me siento  muy honrado, además estoy muy agradecido con mis compañeros. Ya han pasado algunos años, unos más intensos otros menos, pero siempre el Grupo Actoral 80 sigue siendo una referencia teatral muy importante dentro del país.

– ¿Todos tus montajes los realizas bajo el nombre del Grupo Actoral 80?
– No, por ejemplo “Brujas” -que es mi último montaje- es una producción hecha por Carolina Rincón, mi esposa.

– ¿Tienes una compañía aparte?
– Para nada. Igual “Confesiones de Treinta” y “Mónologos de la Vágina” la producimos como personas naturales. El mayor compromiso es con mi nombre y en estos casos, Carolina, como productora, y yo, en la dirección,  asumimos la responsabilidad. Mi único grupo sigue siendo el Grupo Actoral 80.

– ¿Cómo se encuentra «el Grupo»?
– En una etapa reflexiva, cada uno está pensando. El año pasado fue muy intenso con “El Día Que Me Quieras”  y las reposiciones de “La Cena de los Idiotas” y “Art”; incluso viajamos a  Miami, Falcón,  Anzoátegui y el Zulia. Ahora Martha Estrada está en labores de madre y Gladys Prince renunció. Es un momento de reacomodo. Pronto  arrancamos con «La Revolución” porque creo que la mejor forma de reencontrarnos es en el escenario.

– ¿Quiénes son los integrantes del grupo?
Ivan Tamayo, Carolina Rincón, Basilio Álvarez, Julio Mota, Martha Estrada y yo, además de un grupo de amigos muy cercanos que los consideramos parte del grupo.

CUARTO ACTO: MI ÉXITO.

– Tú has sido el foco de atención de una diatriba muy desplegada en los últimos tiempos entre los que hacen «teatro purista» y los que hacen «teatro comercial». ¿Qué opinas al respecto?
– Yo soy la persona menos indicada para hablar de esto porque  hago de todo. Monto “Copenhague”  y «Confesiones de Mujeres de treinta”,  y así mismo dirijo  “Monólogos  de la Vagina” y “El Día que Me Quieras”. Dentro del teatro me manejo sin prejuicios. Creo que un medio teatral sano es aquel donde pueden convivir desde el teatro experimental, el vodevil hasta el teatro clásico y el teatro  contemporáneo. En  los sitios donde hay un movimiento teatral importante todas estas tendencias conviven una al lado de la otra y en ese sentido – y yo se que suena odioso-  el teatro que más me gusta es el teatro lleno y para ello me esfuerzo.

He tenido suerte, y eso lo respeto porque sé que es algo fundamental. El haber podido hacer  el teatro  que he querido y con quien he querido ya es un privilegio enorme. Considero mucho el teatro que hacen mis compañeros y no pertenezco a ninguna cofradía teatral, sólo formo parte del Grupo Actoral 80 y con eso me basta pero – y esto puede sonar hasta feo y no quisiera que fuera así- yo no tengo tiempo para entrar en esa polémica. Doy clases desde la 7 de la mañana todos los días y dirijo, actúo y gerencio instituciones. Si yo me pusiera a participar en esas diatribas  sólo hubiese hecho la cuarta parte de lo que he realizado. Creo que muchos compañeros en vez de reflexionar sobre la rivalidad entre lo comercial y lo purista deberían darse cuenta de su miopía teatral. Y me da mucha risa porque algunos de los más apasionados en esta discusión son unos hacedores de teatro muy malos que no convocan al espectador, no porque sean demasiado inteligentes sino porque son  malos. Es duro lo que digo pero después de unos cuantos años haciendo este oficio hay cosas que uno sabe.

– Sin duda alguna, eres muy acertado a la hora de escoger y traer al país los textos teatrales más aplaudidos del mundo. ¿Cuál es tu criterio de escogencia?
– Que me guste. Cuando  elijo una obra para  dirigir no me  importa los que los demás piensen de ella sino lo que yo pienso  y  fundamentalmente busco que me enamore y me divierta. No hay  más regla que esa. Por supuesto,  busco y averiguo, estoy informado de lo que está pasando en otras partes. Montar aquí obras  importantes en el mundo como «Art», que ha sido representada en treinta países, «Copenhague»,  que ha ganado los premios más importantes o “Monólogos de la Vagina” y “Confesiones de Mujeres de Treinta”, piezas de éxito y relevancia que han tenido un contacto indudable con el espectador, ha sido mi preocupación desde hace varios años. Entonces, ¿por qué no hacer un esfuerzo y traérlas acá para que el espectador venezolano las disfrute, sin necesidad de ir a Madrid o a Buenos Aires?  Esto es una tarea que he hecho con el Grupo Actoral 80, el Grupo Teatral de Caracas y a título personal. También es un riesgo porque  más allá del costo de  los derechos autorales, los cuales son inmensos cuando montas una obra de éstas, nunca tienes la certeza de que el teatro se  va a llenar; pero si te va bien y el teatro está repleto,  bueno, «la hostia en bicicleta” y eso hay que celebrarlo, porque el éxito de una persona de teatro es el éxito de todos nosotros.

– ¿Qué es para tí el éxito?
– Pura neblina. En este oficio sólo se sabe si has tenido éxito el día que te están enterrando. Una de las cosas fantásticas de este medio es saber que no tienes garantía de nada, que así como hoy la puedes pegar con una obra mañana puedes estrellarte, y cada vez que empiezas a ensayar un espectáculo es como lanzarte de un séptimo piso sin saber como vas a caer. Lo único que puedes hacer es disfrutar el viaje lo más que puedas.
Ahora, si  me preguntas que es el éxito,  yo te digo que Maura y Manuela, mis dos hermosas hijas de las que estoy absolutamente enamorado, son el verdadero éxito de mi vida. El resto son cosas que uno olvida. De aquí a treinta años seguramente ni recordaré los “Monólogos de la Vagina” pero de Maura y Manuela siempre sabré. El teatro es mi oficio y lo hago con las alegrías y angustias del caso pero hasta ahí llega, no le doy una trascendencia mayor de la que tiene; trascendentes son mis hijas

– ¿Te consideras un hombre exitoso?
– Más que exitoso  me considero una persona trabajadora y sobretodo, trabajosa. Nunca  me he descubierto haciéndole daño a nadie y lucho  mucho con mi ego. Soy un hombre que trabajo y que tengo suerte porque cuento con una productora como Carolina Rincón y un equipo que me resuelve casi todo.

-¿Cuál es el secreto de tus logros?
– Una labor pública como lo es el teatro no tiene secretos ni fórmulas mágicas. Todo lo que pasa sobre las tablas está ahí expuesto. Si vas a ver «Brujas», por ejemplo, te sientas en una butaca y ves todo: unos actores, una puesta escena, un vestuario, una iluminación y una música, sin misterios.
Por supuesto, hay muchos detalles que tienen que ver con lo que uno es, con la intuición,  con los gustos personales, pero en mis montajes todo está a la vista sin reservas. Por eso tienen mucha luz, para que todo se vea.

EPÍLOGO: ASÍ ESTÁN LAS COSAS AQUÍ.

– Desde tu perspectiva como gerente cultural, ¿cómo ves el panorama teatral venezolano?
– Lo veo difícil e inmensamente complejo. En eso no soy un optimista y costantemente lo digo. Por ejemplo, ¿qué pasa con los teatros del país que cada día se cierran más? El Teatro Municipal, el Teatro Nacional, el Teatro Cadafe, el Teatro Las Palmas, la Sala Juana Sujo, ya tienen tiempo fuera de servicio. Apenas tenemos tres núcleos de presentación que son  el Ateneo, el CELARG y el Trasnocho. Eso no es un panorama alentador.

Antes hacíamos teatro de martes a domingo, ahora los días de funciónes son apenas  viernes, sábado y domingo. Años atrás se podía hacer una temporada en Parque Central de 20 semanas con la obra “Esperando a Godot”. Ahora eso es imposible.

Además de que hay muy poco apoyo del Estado frente a la cultura, actualmente, cosa que nunca había pasado, se corren fuertes rumores de corrupción en los organismos que manejan la cultura.
Tenemos una Compañía Nacional que no nace nada, un IUDET que es una fábrica de frustraciones. Entonces ¿de qué hablamos?

Aquí nunca  hubo una política cultural y eso es una de la causas porque este país está como está y es lo que es. La cultura nunca ha sido tomada en cuenta porque nuestros gobernantes en su mayoría han sido muy incultos y en este momento no estamos en la excepción. La incultura actual es atronadora.  Nuestros líderes de ahora son patéticos. Basta sólo con comparar  la presente Asamblea Nacional con  lo que era antes la Asamblea Nacional de 1969, donde participaban personajes como Miguel Otero Silva.

La situación cultural y específicamente la teatral está muy fea porque el país está muy feo.
Yo he tenido suerte con algunos de mis espectáculos pero  no puedo ser un ciego y  mirar la realidad teatral a partir de como me haya ido a mi. Y en este caso no voy a convertirme  en un “compañero de viaje” como los de la Alemania Nazi, que eran personas que a pesar de que se daban cuenta de lo que estaba pasando no decían nada y seguían rodando con las circunstancias. Yo siempre he expresado mi opinión inclusive cuando fui funcionario cultural de este gobierno, y me fui de allí porque si me quedaba me convertía en cómplice. Y ahora, en este momento es cuando levanto más mi voz de protesta. No me importa que no me compren funciones, es más, me honra que no lo hagan porque  no quiero convertirme, repito, en un “compañero de viaje”.

Lo peor de toda esta situación es que todo el mundo piensa esto pero nadie lo dice, porque la gente está asustada y amenazada. Con frecuencia a mi me tildan de amargado cosa que no es cierta, lo que no soy es un cómplice y  prefiero terminar vendiendo papas que hipotecarme.
Incluso, toda esta polémica de la cual hablamos anteriormente se reduce a la escasez de recursos que hay para el sector. Te aseguro que si aquí cada quien pudiese hacer lo que quiere y si hubiera condiciones idóneas para el trabajo creativo, no anduviéramos alimentando esos conflictos.

– Si estuvieras en una posición de poder, ¿qué harías para arreglar esta situación?
– Cuando tuve la oportunidad, intenté echar adelante, con mucha dificultad, un programa en las escuelas. Ahora, si yo estuviera de nuevo en circunstancias parecidas –cosa que dudo mucho-  insistiría en el proyecto de insertar la cultura dentro del programa de formación primaria y secundaria, ahí está el futuro de todo. De esta manera, la gente percibiría al arte como un ente transformador del ser humano, como un  benefactor del alma del hombre. Lógicamente eso sería una inversión de largo plazo porque si llegas a hacer de la cultura una necesidad del ciudadano, éste en su etapa productiva va a apartar una parte de su ingreso para consumir cultura.
Necesitamos   entender que un artista es tan importante como un médico, es imperioso concientizar que el arte cura, que el arte sana y hace que un país florezca y que el actor es un ciudadano que merece vivir con dignidad.

– ¿Una última reflexión para este encuentro?
– Yo soy un entusiasta del teatro e invito a que la gente vaya al teatro, no precisamente al que yo hago sino al teatro en general. Así mismo, he sido un entusiasta del éxito de todos y lo  celebro. A mí me ha ido exactamente en la medida como he deseado que le vaya a los demás. No tengo para mí nada que  no le haya deseado a otro.
Cuando  he estado en una posición burocrática dentro de los organismos teatrales, nunca mi grupo recibió más plata que otro, y cuando trabajé en la Compañía Nacional no lo hice con mis amigos sino que la usé para hacer amigos.
Por lo demás, acabo de hacer una de las piezas más difíciles y complejas que se han montado aquí como es «Copenhague» y el público estuvo ahí acompañándonos.  Ese es el teatro  que me interesa, el que está vivo, el que se comunica.

Foto: Héctor Manrique como «Pío Miranda», en «El Día Que Me Quieras», Dirección: Juan Carlos Gené.

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Verónica Cortez

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