Ayer por primera vez fui a ver un espectáculo de Stand-Up Comedy en Caracas.
Creo que mi primera aproximación con el género habrá sido cuando estuve estudiando en Los Ángeles (gracias RCTV) y antes de las grabaciones de los sit-com a los cuales asistí, religiosamente hacían espectáculos de Stand-Up para calentar a la audiencia. La idea era que el público estuviera relajado y divertido para que al momento de grabar el programa mi risa, y la de las otras 300 personas, quedaran inmortalizadas en el audio que apoyaba cada nuevo chiste de “That´s 70´s Show”.
Anoche, gracias a la invitación de Jorgita Rodríguez (@TalentoFemenino en Twitter) fui a ver “El efecto Chicharra”. Para quienes no han ido lo primero que debo comentarles es el absoluto éxito de público. Según mis cálculos la ocupación superaba el 70%, es decir más de 700 personas que pagaron entre 183 y 110 Bs cada uno. Lo segundo era el tipo de público: mayoritariamente gente joven.
Pero vamos al espectáculo. ¿Qué es el Efecto Chicharra? Es un tradicional espectáculo de stand-up comedy, conformado por las rutinas de Bobby Comedia (twt: @BobbyComedia), Iván Aristiguieta (twt: @IvanchoGancho) y César Muñoz (twt: @palabrasdecesar). Sus rutinas, como debe ser en el género, aluden a esas cosas que están en el inconsciente colectivo de todos y que hasta que no te lo dicen no te das cuenta de lo divertido que son, de lo identificado que te sientes y de lo mucho que te puedes reír de tus propias miserias. Con un alto nivel de preparación estas rutinas incluían música, bailes, canciones y hasta sutiles, pero contundentes, cambios de vestuario.
Lo más interesante no es la alta factura del trabajo que mostraron, ni siquiera la excelente calidad de estos artistas, ni aún menos la acogida de la audiencia que parecía conformada por sus mejores amigos que esperaban con ansias cada nueva rutina o comentario insólito, sino un detalle muy delicado pero muy poderoso: Detrás de todo el espectáculo en el que nuestro gentilicio, nuestros defectos, y nuestras vergüenzas era motivo de las más hilarantes disertaciones, subyacía un profundo amor por el país.
Estos tres señores nos llevaron a un recorrido por nuestra venezolanidad lleno de humor, de cariño, de respeto y de valores. Irreverente sin jamás llegar a ser vulgar, y sin perdonar a nadie, pero a la vez sin cometer el más mínimo irrespeto. En este espectáculo nos identificamos, nos reconocimos como parte de un todo y nos permitimos reírnos al unísono en una especie de acto comunitario de catarsis, liberador y enriquecedor. De verdad me sentí por hora y media parte de una colonia de chicharras, disfruté chillando incansablemente junto con mis compañeros, y me descubrí muy orgulloso de formar parte de esta red de insectos que somos los venezolanos.
Bravo por “El efecto Chicharra”. Ayer ganaron conmigo un nuevo fanático. Sueño con el día en que nuestro teatro y nuestra televisión tengan la capacidad que ustedes tienen de leer el país. Estoy seguro que ese día muchas cosas van a cambiar.
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Vicente Albarracín