Al entrar a la salita se descubre una cantidad de poltronas organizadas una al lado de la otra, casi apoyándose entre sí, dándose el aliento necesario. La siempre hermosa madre María recibe a quien llega. Bellamente adornada con flores y, con esa sonrisa que a través de los siglos permanece incólume, susurra que todo va a estar bien. La escena se repite, pero al mirar en todas las direcciones se puede notar que el protagonista de esa obra puede ser cualquiera: hombres, mujeres, ancianos, niños, jóvenes, viejitas. En medio del temor, se respira esperanza, en medio del dolor se percibe la certeza de que esa sequedad en la garganta, esa cabecita sin cabello, ese hematoma en el brazo, esa piel lozana que se marchita vertiginosamente sin considerar la cantidad de velitas apagadas en el último cumpleaños, tienen un por qué.
Conectadas a la vida, montones de personas que han sido afortunadas en ser detectadas a tiempo, reciben un tratamiento que, gota a gota, representa, para cada uno de ellos, la salida del sol, un nuevo día.
Mucho se habla de él: el cáncer, de manera desmesurada e implacable cobra vidas por falta de un diagnóstico y un tratamiento a tiempo. Por ello la prevención es fundamental y es allí donde todos debemos actuar: citas médicas periódicas, exámenes de diagnóstico, observar el comportamiento de nuestro cuerpo. Cuánto nos ocupamos de la estética? Tener un busto más grande, una cintura más fina, una nariz más perfilada. Cuánto nos ocupamos del cabello? Extensiones, baños de parafina, puntas partidas. Dedicamos horas a analizar cómo cambiar físicamente para ser más bonitas, algo que es absolutamente válido, pero pueden pasar años antes de tomarnos una muestra de sangre para saber cómo están nuestros niveles de colesterol o de azúcar y confirmar que todo marche bien. No siempre tendremos la suerte de ir por una lipo escultura y salir con algo no deseado en un pulmón, historia real de quien en este momento inspira mi escrito y mi mayor solidaridad, mi querida Lulú, a quien por pura casualidad y coquetería (por ello la palabra "suerte") le fue detectado y atacado el problema a tiempo… Prevención, simplemente prevención. La misma que se toma cuando cerramos con llave la puerta de la casa para estar resguardados o apagamos la hornilla de la cocina para evitar accidentes.
Pero además de la prevención por nosotros mismos y nuestros familiares más cercanos, podemos también hacernos solidarias con las Campañas pro-fondos para detectar el mal y que tienen por noble tarea el apoyo a personas de bajos recursos que no cuentan con posibilidades de costearse los tratamientos; a escribir de vez en cuando una o muchas notas de reflexión; a luchar, combatir y vencer ese flagelo; a exigir a los Gobiernos el apoyo ABSOLUTO para cuidar de sus Ciudadanos y brindarles la atención en casos de riesgo de salud; a investigar por internet y enterarnos que cada día existen más Santos vivos como Jorge Gronda, cuya labor altruista fue reconocida por las Naciones Unidas por su solidaridad con las mujeres más pobres que padecen cáncer; a contribuir con 10 minutos de risas o de presencia, de las eternas tres horas que ocupa una sesión de quimioterapia; a abrazar a un niño con cáncer y orar, cada segundo, por su sanación total, como si la oración fuera elevada al Cielo por nuestro propio hijo.
Y por supuesto acompañar a todos esos guerreros que hacen de ese suero y esa manguerita su espada más poderosa y que, estoicamente, reciben en la batalla las agresiones del enemigo con la seguridad de que vencerán…de que ganarán la guerra. Hacernos solidarios con esa causa que atribuimos a otros hasta que un día, quizás si, quizás no, puede convertirse en nuestra.
A darles la bienvenida a la vida a miles de aquéllos que triunfaron sobre el mal, y que como Tania y Daniela se convirtieron en modelos a seguir y que como Lulú se transforman, ante nuestros propios ojos, en diamantes hechos de la más noble fortaleza.
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Jorgita Rodríguez