El 13 de junio de este año, las redes sociales de los bailarines venezolanos se llenaron de saludos al cielo con la noticia del fallecimiento de Andreína Womutt. Gracias a ella y su Movimiento Perpetuo, un libro que recoge una historiografía de la danza contemporánea de los primeros años en Venezuela, yo pude realizar el aporte que fue mi tesis. Hablamos muy pocas veces -realmente fue una sola conversación larga por mail- la que pudo dibujar un perfil que luego se convirtió en capítulo dentro de Al son que nos toquen. Uno de los hitos más importantes de su entrevista fue el retratarse como una mujer que fue primera en todo lo que hizo: bailarina, autora, funcionaria pública en favor de la cultura y en sus últimos años, sanadora.
Todas funciones de un movimiento que no la hizo descansar nunca. Fue a estudiar terapia cráneo sacral y murió a causa de un aneurisma cerebral. Así de irónica es la vida.
El consejo a toda la danza, desde su trinchera en Florida: no pensar en sobrevivir de la danza, cuando es una disciplina que se asienta en el VIVIR.
A manera de homenaje aquí un extracto del perfil de Andreína Womutt contenido en Al son que nos toquen, un trabajo que pretendió siempre hacerle seguimiento a su publicación pionera hasta nuestros días: ese registro que necesita la danza contemporánea para no extinguirse entre la mala memoria colectiva que predica el venezolano. Ojalá algún día pueda publicarse.
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Andreína Womutt no solo ha aportado a la danza en materia editorial, sino que fue una de las intérpretes más reconocidas del país en los años 80. Es licenciada en Artes y fue docente de su casa de estudios, además del Instituto Universitario de Teatro, el Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla, la Escuela de Danza Contemporánea de Caracas y el Instituto Superior de Danza.
Inició sus estudios en 1968, en la Escuela de Ballet Municipal, bajo la dirección de Lidija Franklin, de la que egresó seis años más tarde. Paralelo a eso, estudió en el Taller Experimental de Danza de la Universidad Central de Venezuela. Fue a Nueva York a instruirse con Merce Cunningham, Dan Wagoner, Albert Reid, Mirjam Berns y Kris Komer.
Cuando llega a Caracas y se incorpora al elenco del Taller de Danza de Caracas, pudo visitar varios países del continente y Europa en giras con la compañía. También perteneció por tres años a Danzahoy hasta que decide fundar Rajatabla Danza, compañía que dirigió desde 1991 por siete años ininterrumpidos junto con Luis Armando “Yayo” Castillo. Rajatabla Danza recibió el Premio Municipal de Danza en 1994 en cuatro menciones.
La labor completa de Womutt la ha llevado a desempeñar labores administrativas y gerenciales como la Dirección del Departamento de Danza del Instituto de Cooperación Iberoamericana de Venezuela, en 1986; la Asesoría del Departamento de Artes Escénicas de Fundarte, en 1990; la Coordinación del Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla, en 1990; y fue también Directora General Sectorial de Danza del Consejo Nacional de la Cultura, desde 1997 y hasta 2001 cuando formó parte de la Comisión de Integración del Ministerio de Educación y el Conac.
Womutt considera que mantener la ecuanimidad, la apertura, la receptividad y la capacidad de tomar decisiones es lo más difícil de ocupar un cargo público en el sector cultural. Cuenta que en su paso por la administración pública trató de darle importancia a la danza sin importar el lenguaje escogido. “Hay muchas gestiones que se hacen sin que el ejecutante sepa ni siquiera todas las instancias que se tocan para lograr el resultado. Por eso hablo de ese territorio de integridad y amor que te lleva a servir sin esperar alfombra roja por eso. Cuando sentí que no me era posible seguir manteniendo el espacio de honestidad con la danza y sus creadores, puse el cargo a la orden”.
La bailarina está segura de que Venezuela es una cantera de bailarines y coreógrafos, pero que evolucionará en la medida en que sus participantes así lo hagan. “Ellos son la danza. Si el público entendiera su propia danza la visión sería compartida”. Sus sugerencias son muy puntuales y tienen que ver con la presencia del hecho escénico en los medios de comunicación, fuera del sistema de validaciones y propagandas al que, dice, están sometidos. “Mientras la prensa no salga de la estructura institucional seguiremos teniendo altibajos basados en éxitos o fracasos que no son otra cosa que la misma visión distorsionada del arte de danzar. La danza es única e irrepetible en espacio y tiempo. ¿Cómo puede una ser mejor que la otra? Es una labor de enseñar apreciación, receptividad y reciprocidad contenida en ese espacio. Es el lugar que todo bailarín transita cuando se gradúa a sí mismo de profesional: ser uno con el espacio, con la coreografía, con el público, con el todo”.
En solitario, la bailarina obtuvo el Premio Municipal de Danza, en 1986; Premio Nacional del Artista, en 1992 y el Premio de Danza Contemporánea Grishka Holguín, en 1998. En ese año le pone título al programa Movimiento y Ritmo, Conexión-Integración-Balance, con el que ha buscado descubrir el valor terapéutico del movimiento. La salud alternativa fue lo que la llevó a radicarse en Estados Unidos en el año 2001, cuando empezó a estudiar Terapia Cráneo Sacral. Desde ahí practica el Chamanismo Moderno y ejerce todos los días el movimiento, aún, como forma de vida.
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Marcy Alejandra Rangel