La cartelera teatral caraqueña de las últimas semanas, dio paso a la nueva lectura y revisión de dos grandes poetas universales, por un lado el Grupo Contrajuego, presentó una nueva lectura del clásico contemporáneo español La casa de Bernarda Alba, bajo la batuta del maestro Orlando Arocha, paralelo a ello en el Teatrino del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, se mostró el único diálogo escrito por el gran poeta lusitano Fernando Pessoa intitulado Marineros que en esta oportunidad fue llevado a escena por el Primer Actor Germán Mendieta.
Entre Marineros y sueños
Ya lo hemos reiterado en varias oportunidades, la labor formativa en pro de las nuevas generaciones del teatro en Caracas que realiza el Laboratorio Anna Julia Rojas es innegable. Ya son casi cuatro décadas desde que el Maestro Horacio Peterson, visionario como siempre, impulsó junto a María Teresa Castillo, Esteban Herrera y la misma Anna Julia Rojas esta escuela de formación actoral que hoy se mantiene batallando gracias a la incansable labor de Carmen Jiménez su directora.
Los ex alumnos del Laboratorio, engrosan hoy las filas de grupos de teatro, películas, telenovelas, y las diferentes instituciones teatrales del país. Recogiendo lo cosechado es que han reunido a tres de sus talentos y junto Germán Mendieta, han concretado el montaje de Marineros.
Marineros, es un particular texto teatral, más que teatral es un poema dialogado, profundamente existencialista, en el que tres seres femeninos deambulan por sus mentes narrando historias oníricas que las hacen pasar el tiempo, desde la madrugada hasta el alba, estas mujeres intentan comunicarse, hacerse compañía, viviendo en un limbo ininteligible e inconcreto. El amor, la soledad, los sueños, la vida son arrullados por el mar. Quizás sirenas, quizás diosas, quizás mujeres perdidas o fantasmas de las costas que interminablemente repiten el ciclo de sus existencias para sentirse vivas.
Las actrices encargadas de interpretar este difícil texto, en tanto carece de acción teatral concreta, y se concentra en la imagen poética, son: Karla Fermín, Cristina Klatt y Olivia Parra, tres portentosas actrices que dan muestra del placer de la palabra en escena. Inteligentemente Mendieta se apoya en el buen decir de sus féminas y la poderosa presencia que proyectan. El director, juega de forma creativa, concretando una puesta en escena sencilla pero contundente, sacando acciones de donde no las hay y obtiene un resultado que más que hermoso resulta placentero. Como él mismo afirma en el programa de mano: “volver a creer en el teatro de verdad, sin truquitos, ni falsedad”. En síntesis otro logro del Laboratorio Anna Julia Rojas ¡Bravo!
El poeta granadino
Federico García Lorca, vuelve a ser representado, sus letras nos vuelven a conmover, más cuando se interpretan de manera correcta y con el sentido de lo que se quiere decir claro y diáfano. Esto ocurre en la reciente lectura que hace el director Orlando Arocha del clásico La Casa de Bernarda Alba, por antonomasia su obra de más fama y la más representada en todo el mundo.
Bernarda la tirana, la que decreta ocho años de duelo a sus cinco hijas ávidas de experiencias juveniles como es normal. Una sociedad que se avalancha sobre las “descarriladas” y en donde la compostura y el “qué dirán” importa más que los sentimientos que se puedan expresar. Una sociedad pacata, lapidaria, castradora. Así es Bernarda con sus hijas y obtiene lo que en consecuencia le corresponde, la tragedia.
Arocha logra concretar una puesta en escena exquisita, de altura que fortalece y le cambia la cara a nuestra marquesina caraqueña, en tanto propone una lectura plena de símbolos y sutilezas que permiten saborear gustosamente cada detalle. Unas hijas que lejos de inspirar ternura dan lástima, por lo que les pasa y por sus aspectos de monstruos amargados, por la férrea vida que les ha dado esa tirana que es la madre. Aún así y para hacerlo más terrible, Arocha apoya este imaginario de los campos ibéricos, con la tradición latina y entre boleros que entonan estos engendros, para tratar de ser un poquito felices, va acechando la tragedia.
La planta actoral luce nivelada, en donde sobresalen los trabajos de Hayde Faverola como La Poncia, ese extraordinario carácter que dibuja Lorca coqueteando entre la conciencia y la libertad de ser, hacen comunión en la humanidad de esta Primera Actriz que no deja de sorprendernos cada vez que se monta en las tablas. Por otro lado Gladys Seco, dando vida a la desesperada Martirio, con la maldición de encarnar físicamente la malformación y la fealdad, un trabajo que cuida el detalle y expresa en su justa medida el volcán inmenso que debe poseer este personaje. Por su parte Diana Volpe en Bernarda, da un giro al personaje presentándonos un carácter más interno que de costumbre, cuando de Bernarda Alba se trata. Entendiendo que este personaje se ha convertido en un ícono de la idiosincrasia iberoamericana y que es sinónimo de rigidez, junto a su director, Volpe presenta una Bernarda menos dinámica físicamente hablando y más contundente, sin embargo pasiva en la acción de la palabra. No podemos dejar de lado el desempeño de Antonieta Colón como María Josefa (madre de Bernarda) un derroche de impactante interpretación de la encarnación de la locura que invade esta casa.
El grupo es completado por la veterana Nattalie Cortéz, Carolina Torres, Ana Melo, Jenifer Morales, Maritza Cabello y Gema Llanos, que lucen justas en sus caracteres.
En síntesis, una exquisita versión escénica que demuestra una vez más que el teatro profesional venezolano toma nuevos aires volviendo la cara a los grandes poetas de siempre. Ojala podamos disfrutar de más espectáculos con este talante.
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Luis Alberto Rosas