Pertenece a la corriente del «nuevo circo» francés, y por hacer prueba de maestría en las artes circences y de naturales actuaciones, se llevaron este año el reconocido premio ADAMI. Hacen teatro bajo la carpa y buscan sentimientos como no lo soñó la antigüedad romana. En este circo de mundo, Rasposo es el idealismo puro.
Ellos son Molliens pero en realidad y para el mundo se apellidan Rasposo. En el 2007 cumplirán 20 años en el mágico pero también ingrato mundo del circo. ¿Su mejor número? Sobrevivir en un hoy en día cibernético teniendo en manos, como pelotas al malabarista, la tradición de los sueños, el asombro en los rostros del público y el talento. «¡Adelante, Damas y Caballeros, la función va a comenzar !» Entre el Festival Internacional de Circo y la IV Convención Internacional de Circo de Venezuela, aún desde Francia esta compañía se hace presente.
Desde la facultad expresiva del gesto hasta las proezas físicas del acrosport, el circo es hoy la expresión corporal pura. A la velocidad de ensueño o gracias el hilo conductor del teatro o el simbolismo de la danza, éste es un arte vivo cuyo origen en esencia se remonta a las voraces escenas de los juegos romanos.
Como tal, entendemos que es un espectáculo en el cual encontramos ejercicios ecuestres, números de funambulismo, ejercicio de cuerda, escenas burlescas, pantomimas, actos de magia, doma… pero ¿qué melodías y recuerdos divagan destellantes en su memoria al hablar de «circo» ?
Para algunos es la evocación de los redobles alegres de una banda circence, las notas repetitivas de la música a manivela, la gran nariz de un payaso o el suspenso ante una fiera domada. Rasposo es diferente. Ya desde el comienzo nos sorprenden sin llamados por altavoces ni jefe de pista ataviado en lentejuelas.
Con dos espectáculos recorren este año los territorios francés, belga y español : «Circo sobre hilo» y «Perfumes del Este». Para el primero, son sus cuatro personajes quienes nos reciben a la entrada de la pequeña carpa multicolorida. Para el segundo, el grupo Gibolescu de música tzigana nos envuelve en medio de una concurrida fiesta que, al final, termina siendo boda. De 4 a 15 artistas se pasean entre el mano a mano, el hilo férreo y diversas acrobacias.
En uno, es la aventura lúdica del niño universal de todos y su amor a las golosinas, el móvil que induce a cada artista a efectuar un sinfín de ejercicios de equilibrio y malabarismo. En otro, los asistentes son parte activa de una velada tzigana que permite, a través de múltiples acrobacias en solitario o en grupo, adentrar al mundo de este pueblo nómada y, con él, al mundo del circo. En ambos, el amor, la inocencia, el miedo, la alegría y hasta el machismo son guías argumentales.
LA VIDA EN CIRCO
A pesar de que la transmisión de las prácticas está ahora en manos de las grandes escuelas, como lo ha dicho la tradición, el circo comienza en familia. Rasposo en eso no es la excepción. El amor llegó siendo estudiantes de artes escénicas en Paris y luego, con los tres hijos, emprendieron el camino. Los espectáculos de calle fueron la solución porque sólo disponían de las ganas y el talento floreciente de Vincent y Marie, aún niños pero ya con la responsabilidad de sus primeros números infantiles.
Fanny Molliens es esa gran dama pelirroja que para «Circo sobre hilo» prepara en pleno escenario el algodón de azúcar que todos compartimos. En «Perfumes del Este» es aquella llamativa matrona de cabello negro, jefa de la familia tzigana y quien en medio del banquete, invita al público a degustar una rica sopa por cuenta de la casa. Es ella misma, pero esta vez con sus verdaderos y cortos cabellos rubios, quien nos recibe sonriente para hablar de la vida familiar: el circo.
– ¿Recuerda usted, Fanny, su primer momento de mágico asombro frente a un circo?
– Sí… estaba muy pequeña. De hecho, recuerdo muchos porque mis padres me llevaban con frecuencia no sólo a los circos sino también a conciertos y al teatro (…) Siempre quise hacer espectáculos pero no sabía de qué tipo porque cuando uno está pequeño, uno no sabe. Siempre me gustaron los animales pero también acostumbraba a hacer obras para mis papás.
– Y ciertamente, ya de adulta hizo usted teatro.
– Y ya grande yo quería absolutamente hacer teatro, y estudié en una escuela en Paris. Luego, como mi esposo (Joseph) y yo éramos actores, comenzamos a trabajar en una compañía los dos.
– Sin embargo, entiendo que fue su encuentro con la célebre familia Loyal, lo que les indujo definitivamente en el mundo del circo.
– En efecto, ese encuentro con esta familia de circo fue determinante porque yo siempre había amado el circo. Entonces nos dijimos: vamos a mezclar las dos cosas : teatro y circo.
Como el hombre, todas sus creaciones sufren transformaciones. Las formas de hacer espectáculos así como las maneras de apreciarlos no se escapan de ello. Del «circus» romano poco queda y no en vano se habla del circo tradicional y del «nuevo circo» en nuestros días. La familia Molliens emprende la aventura a comienzos de la década de los 80, decenio clave para el nacimiento de esta nueva ola artística bajo la carpa.
El deporte será desde entonces fundamental para potenciar las técnicas circences en función de la expresión. La dimensión gestual del movimiento, en equilibrio, malabar, acrobacia o pantomima, reconsidera el resto de elementos que constituían al espectáculo clásico. Por esta razón, la teatralidad y motricidad de la danza toman protagonismo.
El nuevo circo dispone de un guión y deja a un lado los números sucesivos sin nexo entre ellos. De la compañía depende destacar la danza contemporánea o el teatro. La presencia de los domadores y sus fieras es casi extinta, entre otras cosas, por la prohibición de esta clase de espectáculos en algunos países y también por razones de costos. Y hasta los payasos, augustos o “clowns” han padecido cambios. De estar presentes, lo más probable es que su fisonomía se distinga del otrora maquillaje recargado.
– Hay algo en Vincent que llama la atención… es sin duda un payaso pero sin nariz roja ¿Eso es algo que nació fortuitamente o fue una decisión planificada, considerando los cambios en el espectáculo circence?
– Sí, eso forma parte del circo que se hace actualmente (…) Nosotros formamos parte de esta generación en la cual hay una puesta en escena global sobre la base de los diversos espectáculos, y con personajes que tienen un desarrollo desde el inicio hasta el final. El « clown » forma parte de esos personajes y es gracioso pero no a ultranza como aquellos de nariz roja. Vincent tiene un personaje un poco… cómico, quizá un tanto fuera de lugar y no tan bien consigo mismo.
– Es extraño porque, a diferencia de otros espectáculos actuales, uno siente con Rasposo que se está frente a un circo nuevo pero, al mismo tiempo, bien tradicional. Quizá por un decorado que nos transporta a la época antológica del circo, o por la música que a pesar de incluir música contemporánea de diversos tipos, deja espacio a la mítica cultura tzigana siempre nómada.
– Sí, es que nosotros intentamos guardar todo eso. Nosotros amamos el circo tradicional porque fue él el que nos dio las ganas de hacer circo. Es el origen pero, frente a las nuevas corrientes, nosotros en lugar de hacer danza contemporánea hacemos teatro y jugamos con todos los vínculos entre los personajes, sus miradas…
– Es cierto, hay como una suerte de malicia y mucha complicidad entre los personajes. ¿Qué establecen primero : las actuaciones o los números? ¿Por dónde comienzan al momento de preparar un espectáculo?
– Bueno, comenzamos por saber qué vamos a hacer como números. Eso es importante para repartir un poco el cansancio de cada artista. Luego preparamos la relación entre cada uno de los personajes, para saber qué personaje hará actuar al otro (…) Como directora utilizo mucho sus propias personalidades, tratando de que creen personajes mucho más cercanos a ellos mismos. Son «ellos» en escena y al mismo tiempo es más simple y más natural.
Natural como reír a carcajadas o gritar cuando se tiene miedo. Los gritos de los actores, frente al vértigo y al compendio de emociones extremas, son permitidos en el performance de esta compañía. Ellos exteriorizan con natural libertad la adrenalina propia y la de los espectadores. Actúan sin hacerlo y, también con naturalidad, Rasposo comparte como en el seno de una familia, el algodón de azúcar o la sopa.
– ¿De dónde surgió la idea de compartir todo esto con el público?
– Aprendimos eso en la calle cuando hacíamos los espectáculos de los inicios. Allí el público es bien cercano en comparación a aquel que va al teatro y se sitúa frente a la escena. Guardamos eso y, de hecho, siempre quisimos acercarnos cada día más a la gente, y que la gente venga hacia nosotros. Compartir, entonces, es algo natural. Es la familia, pues. Estamos juntos en un mismo sueño, en un mismo imaginario.
LA CUERDA FLOJA
Para nadie es un secreto que así como la gloria de los aplausos, el mundo artístico reserva también para sus hacedores momentos muy difíciles y de gran inestabilidad. Mantener una compañía amerita no sólo recursos significativos sino también la destreza de mantener el equilibrio frente al constante riesgo al vacío. Malabares y acrobacias económicas son entonces labor cotidiana para todos quienes eligen el arte circence. Es de saltimbanquis y no es de ensueño.
A lo largo de la historia, el mundo ha sido testigo de las épocas gloriosas de diferentes compañías. Con el paso de la disciplina tradicional a ésta del nuevo circo, numerosas fueron las familias que vieron su legado desintegrarse como en un acto de magia. Otras se adaptaron a los cambios y pasaron la franja.
En la actualidad el universo de la cibernética absorbe como nunca la atención de grandes y chicos. A pesar de que acudir al teatro, a un concierto, a un espectáculo de danza o al circo, continúa siendo un ritual para algunos, la necesidad de llamar la atención de otros con los nuevos medios es vital. Sin embargo, el «ponch» del mensaje va mucho más allá de disponer de un sitio interactivo. Las audiencias circenses no son siempre las más fáciles de llamar.
– ¿Como hacen en la actualidad para jugar con la tecnología y la tradición?
– Yo creo que eso está en el fondo de nosotros, de nuestra sensibilidad, de no dejar de un lado el pasado, de buscar el por qué de las cosas y de compartirlo con los otros. Siempre hay generaciones que son más o menos tomadas por la tecnología. En ésta, por ejemplo, hasta los niños están frente al computador todo el día… pero la experiencia de un espectáculo vivo es algo de suma importancia. Se trata de contacto humano.
Y es eso precisamente lo que el nuevo circo destaca. De cara a un mundo cada día más deshumanizado y donde la muerte es más que nunca un espectáculo, la pantomima de organizaciones supranacionales nos advierte que el mundo es un circo entero. Es la nueva era de los antiguos romanos en la arena, en naumaquia o en la red tecnológica global.
Aquello de imponer la «inteligencia humana» a la fuerza bruta de las bestias no ha quedado del todo en las sagradas páginas de la antigüedad. Es la humanidad la que ahora sale voraz en busca de ella misma. No es ilusionismo pero quizá, sí, un dejo de exhibicionismo. El circo bajo la carpa, por su parte, se ha más bien humanizado y está en la búsqueda constante de las emociones.
Las fieras de Rasposo son dos gatos y un jabalí pero las sensaciones en sus espectáculos son infinitas. Las emociones vividas en una veintena de años son para ellos innumerables y las satisfacciones, muchas. Una de ellas llegó este año al hacerse acreedor del premio ADAMI en la reciente edición de los Molières. Un reconocimiento referencial al hablar de artes histriónicas en Francia.
Para su segunda década de creación, Rasposo prepara una gran fiesta tipo cabaret con todos los amigos de la Escuela Nacional de Circo Annie Frattellini, además de la ansiada compra de una carpa mucho más grande. Aún no han cruzado el Atlántico pero lo estiman. En todo caso, así como lo hacen Rusia, Italia y Hungría, la Argentina se pasea en sus producciones a través de las sentidas notas del «Adios Nonino» del sureño Astor Piazzolla.
Y es que… la música juega un rol fundamental para la compañía. Es ella el portor que sostiene y guía a cada artista. Ella es en Rasposo -así como lo es el teatro-, el trapecio, la barra, el anillo y el sinfín de figuras combinadas, siempre en búsqueda de sensaciones interiores. Así lo plasma en el sitio interactivo este pilar de los Molliens y de Rasposo: «el circo es un lenguaje universal que permite expresar a través del cuerpo, sentimientos y emociones extremas. El es el único capaz de transmitirlas físicamente a los espectadores de la misma forma que lo hacen -dirigiéndose al alma-, la música y la poesía. La audacia o la belleza de ciertas acrobacias, unidas a la expresión de sentimientos, no son entonces demostraciones de proezas sino la expresión física de emociones verdaderas que compartimos con el espectador»
– ¿Por qué «Rasposo» y no «Molliens», Fanny?
– (Risas) Porque nos hacía falta un nombre inventado, así lo queríamos. Molliens no es bonito… Además, queríamos un nombre un tanto de saltimbanqui italiano… Rasposo es más bonito. Es como el sol.
Yellice Virgüez Márquez