Diciembre no ha sido particularmente un mes invitante a hacer una vida normal, dentro de la cual el teatro ocupa un importante espacio. La idea de asistir a una función mientras casi doscientas mil personas están al descampado damnificadas en refugios le arruga el ánimo a cualquiera, pero aun con esa premisa aquella noche quede atrapada en el PH de CorpBanca para asistir a una de las funciones de la obra Una mujer con suerte, escrita por Romano Rodríguez y encarnado por la actriz Ruddy Rodriguez.
Confieso que la idea de un monólogo me dejaba indiferente, creo que el `genero confesional está agotado pero igual la gente sigue asistiendo una y otra vez a las temporadas donde puede tener cerquita a alcance de su escudriñamiento a una estrella de televisión.
No obstante la posibilidad de ver a Ruddy sobre las tablas, sudando un personaje y llevando sobre sus hombros 1 hora y media de espectáculo no me disgustaba. Pude verla en Las Ibañez una miniserie colombiana y al disfrutar de su performance en la televisión y se reveló una actriz, que a lo largo de una carrera que incluye hasta una sexy chica bond, pareciera haber tenido criterio para escoger sus roles. Pero el teatro, ahí es donde se prueba todo. Ruddy es una chica con suerte que devela el misterio de la feminidad a partir del esperma que ha dejado su esposo en la nevera. Cual si fuera heredera de Valeria, que es tremenda madre, súper ejecutiva y sola. La chica esta indecisa frente a la llamada de su reloj biológico o cultural, una citología de la mujer, ha dicho su autor para definir esta pieza que pasea al personaje por el valor cultural del matrimonio tradicional, versus su propia búsqueda de pareja, los arquetipos sobre los que se construye la feminidad: Deméter, Hécate, y kore, la madre la hechicera y la hija frente a los cuales el personaje entra en momentos de crisis, pero también se detiene en disfrutar el equipaje con el que viene. Versátil se mueve cómoda tanto en los momentos dramáticos como en los que hace alarde de una vis cómica, con la que la actriz rompe la cuarta pared para enamorar al público que sale gozoso y emocionado con la entrega de su chica bond a la que podría vestirse quizá con un vestuario algo màs elaborado teatralmente, menos naturalista, pero que sin duda es un detalle que al publico lo engancha más con la empatía de ese personaje tan María, tan Alicia, tan Yubiritzay de nuestros días. Ser espectadora de este monólogo, en el que la estructura dramática tiene reposos poéticos, donde el lenguaje vulgar se acomoda en los momentos en que el autor quiere ser espejo de las angustias de la cotidianeidad, de la feroz competencia que enfrentan las mujeres en el ruedo profesional y de las relaciones humanas. Ver este espectáculo me hizo recordar de inmediato la relación filial con El Aplauso va por dentro y me provocó hermanarlos.
El apluso y la frustración:
Cuando a finales de los años 90 se produjo el fenómeno de El Aplauso va por dentro, de Mónica Montañez, fui de las primeras en dejarme seducir. Cubri el suceso que en aquel momento se escenificaba en el extinto Ateneo de Caracas, en la Sala de Conciertos y no fui una sino tres veces a lo largo de las cuales salí conmovida. Después me tocaría conversar con la autora colega Mónica Montañez en un trabajo que la puso en la portada de Feriado, también desaparecido ya. El paladín de las cuarentonas llevaba por titulo.
Se trataba de poner debajo de los seguidores a un nuevo personaje, un sujeto social desplazado de las tablas y el imaginario del país: la mujer cuarentona. La que empieza a desplazarse rápidamente por el imperio de la arruga, los kilos de más, la que comienza a convertirse en anatema en un país devoto de la eterna juventud. Indudablemente y para ese entonces el espectáculo había sido visto por 60 mil personas, había sido premiada con dos premios Municipales de Teatro y había cruzado las fronteras presentándose en el Off Broadway. Han pasado 14 años y sigue reportando espectadores y éxito, porque sigue interpelando a esa mujer exitosa, madre, amiga, pero sola. En aquella oportunidad lo dije y lo sostuve, El Aplauso va por dentro es un espectáculo sin mayores pretensiones, estéticas cuyos valores están asociados al discurso postfeminista y al sujeto dramático que Montañez puso sobre las tablas. Vista con los ojos del tiempo el implacable, algunos textos resultarían incluso naif, pero no hay duda que ese “gesto” cultural abrió la brecha para hablar de ciertos temas pero también produjo lo que Carlos Herrera llamó monologuitis que ha arrojado todo ti`po de espectáculos casi todos en tono confesional y facilongo, naturalista donde el público se asoma o bien al desahogo de un intérprete dentro del llamado stand up comedy, sin que necesariamente medie la elaboración de un personaje o bien sobre los temas del sexo, la batalla entre hombres y mujeres entre otros. Pienso que con algo de distancia entre ambos habitan una misma temática vista de dos lugares distintos uno el de la frustración el otro sobre el misterio de la divinidad femenina.
En Una mujer con suerte, el mundo de lo femenino estalla desde las profundidades. Si al Aplauso es un abrazo a la mujer de 20 puntos, pero carente de un compañero.
Una mujer con suerte es un canto a la vida desde donde te toque, sola, acompañada sobre todo consigo misma.
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Yoyiana Ahumada L