Nació en Valencia el 12 de marzo de 1928 e hizo mutis el 15 de septiembre de 2007, en “Caracas la horrible”, como la llamó el mismo Libertador. Fue el músico más importante y el más versátil de Venezuela en el siglo XX. Eso, que lo admite hasta el maestro José Antonio Abreu, no se lo niegan ahora, ni tirios ni troyanos, y así lo corrobora el cronista musical Federico Pacanins, quien el pasado jueves, a las 7:00 pm, en la Librería El Buscón, en el Centro Comercial Las Mercedes, fue el presentador de un insólito y hermoso libro, póstumo de Aldemaro Romero: Encuentros con la gente.
-¿Cuál es el legado que dejó Aldemaro?
-La música es posible porque hay un compositor, que es el creador intelectual; un arreglista que la escribe para los instrumentos de los ejecutantes; un director que comanda a la orquesta que la ejecuta y el o los intérpretes. Cada cual tiene su punto de trabajo o especialización definida. Si uno trata de pensar en un músico ideal, como es el caso, de Aldemaro, ese sería aquel que compone, que arregla, que dirige y además interpreta. Esos son los roles básicos de todos aquellos que se dediquen en serio al cultivo de la música.
En el caso de Aldemaro, enfatiza Pacanins (Caracas, 1955), “era un artista que no sólo hizo los roles centrales del arte musical sino que los hizo bien y dentro de un elevado nivel de reconocimientos de sus contemporáneos, dentro y fuera de Venezuela. Como compositor es artífice de éxitos, con obras muy conocidas, tanto en lo popular como en lo académico, además de haber creado un genero como ‘La onda nueva’. Es un compositor que, en 50 o en 60 años de oficio, abarcó todo lo que en música es posible. Como arreglista era un individuo para quien las orquestaciones no tenían ningún secreto alguno, y eso le permitió vivir, entre otras cosas, del oficio del arreglista en Estados Unidos en la década de los 50, además de componer arreglos para artistas muy especiales. Era un pianista muy particular, interpretaba con florituras y le gustaban los arpegios, y era muy especial en su estilo, además de magnifico acompañante. Como director estuvo al frente de orquestas de baile, quintetos, agrupaciones de jazz y hasta comandó festivales de Onda Nueva, y llegó a dirigir orquestas sinfónicas. Y no sólo dirigía sus piezas sino tambien que abordó los clásicos ligeros”.
Agrega que Aldemaro además “fue un destacado showman: trabajó en radio, en televisión y era capaz de entusiasmar a una audiencia con sus habilidades y además contando cuentos”. Y afirma que no hay otro en Venezuela que haya podido decir esto: “La música no tiene secretos para mí. He caminado todas las facetas posibles del arte musical, desde lo popular hasta lo académico. Y todo lo hice con calidad. La música la aprendí por mi cuenta y a escribirla la aprendí leyendo. Para mí la música no es otra cosa que un lenguaje. Mucha gente pregunta si la música es un arte. A veces no es arte, a veces es un fastidio. El propósito de la música es uno solo: sonar bien. Si suena bien es música y, por tanto, ha cumplido su propósito”.Ese era él, puntualiza Federico Pacanins.
-¿Qué pasará con su legado?
-Cuando nos enteramos de la inminente muerte de Aldemaro, sus amigos tuvimos un sentimiento de desosiego, pero además uno sentía, como lo dijo una de sus hijas, que él no se iba a ir, que era imposible que él desapareciera porque el legado de un artista lo integran sus obras, sus creaciones. El día de su funeral uno prendía la radio y escuchaba la música que él había creado y nos dábamos cuenta que no se había ido, que estaba ahí. Su legado es inmenso, porque además hay una gran cantidad de grabaciones importantísimas. Sus piezas están escritas y guardadas y se pueden interpretar. Rodolfo Saglimbeni tiene gran parte de la música de Aldemaro y su esposa también entendió la importancia de ese legado y está creando una fundación para poner a la orden de las generaciones futuras todo el material que dejó nuestro gran músico”.
-¿Qué contiene “Encuentros con la gente”?
–Aldemaro era un cronista delicioso. Hay gente que lo conoce por sus escritos políticos, pero él también se había metido en la escritura musicológica. Había hecho un libro sobre el joropo en Venezuela y unos cuantos estudios sobre el folklore. Pero cuando le hice una serie de entrevistas, que publiqué una parte en mi libro Conversaciones con Aldemaro Romero, él me anunció que tenía un libro inédito, donde hacía memoria sobre la gran cantidad de gente que había conocido en su larga carrera y donde además dejaba sus impresiones sobre cada uno de esos personajes. Me pidió un consejo antes de entregarlo a una editorial y yo le recomendé a la Fundación para la Cultura Urbana. Rafael Arráiz Lucca recibió los originales y comenzó el proceso de montaje, que no era fácil porque además tenía fotos. Lo leí y resultó ser un libro delicioso, pero lo importante es que por intermedio de todos esos personajes él hace una especie de autobiografía, y va desde su padre, el músico Rafael Romero, hasta Alfredo Sadel, aparece Rita Montaner y así mucha gente, como Fidel Castro, el Che Guevara y hasta el terrorista El Chacal.
Es, pues una pieza autobiográfica mirando a terceras persona, donde el orden cronológico no se respeta, pero sin embargo es un texto dinámico. Y ahí se vuelve a ver la genialidad del maestro.
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E.A.Moreno Uribe