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No debe permitirse la censura


Héctor Manrique, director del Grupo Actoral 80

"La censura es terrible, pero denigra a quien la aplica, y es más devastadora en quien la ejerce y se autocensura"

Censura. La palabra del momento. El episodio con la obra El violinista sobre el tejado y la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho sembró el alerta sobre lo que se dice y no se debe, lo que es o no políticamente correcto y el rol del arte y la cultura.

Para ello, nada mejor que el verbo encendido de Héctor Manrique, quien ha visto y vivido el que un funcionario gubernamental vaya y le pida "de pana" "¿por qué no sacas a Fabiola Colmenares del elenco?". Fue la obra Todos los hombres son mortales y las mujeres también, en la Casa Rómulo Gallegos (Celarg), a principios de 2008.

-¿Qué opina de lo ocurrido con El violinista?

-Hay dos vertientes: la censura es terrible, pero denigra a quien la aplica, y es mucho más devastadora en quien la ejerce y se autocensura. A mí me parece absolutamente alarmante, por decir lo menos. Es lo que también ha pasado en el Celarg con la obra Hollywood style, más allá de las declaraciones de Marcos Purroy y de Daniel Uribe, que nunca me quedó muy claro hasta dónde llegaron, pero en las declaraciones de los actores ellos eran muy contundentes, diciendo que los habían censurado. Yo creo que eso es algo que uno no debe permitirse nunca, sobre todo un país que ha tenido los últimos 50 años intentando una democracia, con problemas, y creo que una de las cosas fundamentales es la libertad de pensamiento, la libertad sexual, la libertad que no agrede. Me parece escabroso y creo que son pésimas noticias.

-¿De ahora en adelante habrá que escoger obras políticamente correctas?

-Si hay una expresión contradictoria es "cultura oficial". Como algunos bromistas dicen "inteligencia militar". Yo no estoy tan de acuerdo porque hay militares muy inteligentes. No se comprende que el arte debe estar en la otra acera, que ese es su espacio. En el gobierno más justo, el arte no tiene sentido si no es contestatario, si no está puesto desde un punto crítico. Quienes empiecen en el juego de complacer para tener espacio, para tener subsidio, lo único que creo que les puede pasar es su muerte artística. ¿Qué va a pasar? No lo sé. Lo único que deseo es que quienes estamos metidos haciendo esto sigamos haciendo las cosas que deseamos y, fundamentalmente, necesitemos, sin pensar qué obra hago para que los infelices del Celarg me den un espacio de programación. Lo primero es que esa obra no merece ser vista y creo que quienes lo hagan poco a poco se van a ir ganando el desprecio.

-¿Cómo le ha afectado todo esto?

-El anterior ministro (de Cultura, Francisco Sesto), en una reunión que tuvo con el gremio del teatro, admitió públicamente que no tenía una política teatral. Pidió ayuda, pero es muy difícil dar ayuda a alguien que quiere escuchar nada más lo que quiere escuchar, no lo que los demás necesiten y quieran decir. En el caso mío, del Grupo Actoral 80, nos redujeron el presupuesto el año pasado, y fue al único grupo que se le redujo y curiosamente hicimos un número de funciones enorme, hicimos los talleres que nos pidieron. No hubo ninguna razón que me pudieran dar, ni siquiera escrita. Lo que tengo claro, porque algunas personas me lo hicieron saber, es que "el problema es que tú hablas, Héctor, tú dices lo que piensas", y yo pienso como Unamuno: el que calla miente. Yo prefiero hablar y equivocarme y después rectificar. El silencio me parece decepcionante.

-¿Ha percibido si hay teatreros que monten una obra no incómoda sin revelar lo que hacen?

-El miedo es libre y en todos habita. Yo no lo he visto expresado de esa forma. A nadie le he escuchado decir eso, pero por sí hay acciones que conocemos. Yo veo con cierta preocupación que lo que no veo es lo otro, el silencio sospechoso. De verdad lo resiento. Por ejemplo, ante la posibilidad de que el Ateneo de Caracas quede sin una sede, yo echo de menos que las personas no se manifiesten sobre esa situación.

-¿Quiénes, por ejemplo?

-Los que echo de menos son voces oficiales, pero compañeros artistas: no entiendo por qué Román Chalbaud no dice una palabra. O Rodolfo Santana, que estrenó varias piezas en el Ateneo. Son dos voces fuertes, dos dramaturgos importantes del país. Su silencio no habla bien de ellos, y creo que en el fondo es ser mezquino con uno mismo, que es la peor mezquindad que puede haber, y con su historia. Hasta para estar en contra me gustaría escuchar esas voces.

-De paso se está demoliendo la quinta Macondo, que pudo ser una alternativa…

-Eso parece ser un mal del país, que tiene un enorme desprecio por su propia historia, expresada desde la arquitectura, de los espacios importantes de convivencia donde se han tomado decisiones trascendentales para el arte, la política, para todo el país. Esa casa donde sucedieron tantas cosas pudo ser una casa referencial de la cultura, de la política y de nosotros como venezolanos. Uno va a otro país y encuentra la casa de los intelectuales. Creo que esos pequeños museos son fundamentales para comprendernos, saber quiénes somos, porque los gobiernos pasan pero la cultura no, se queda en los genes.

-¿Qué obras deberían montarse que no sean políticamente correctas?

-Todo debe montarse, lo que me gusta y lo que no me gusta, lo que me conmueve y lo que no. Hay obras que producen incomodidad: El día que me quieras, por ejemplo, que la hicimos hace poco. Cuando ves en la pieza de Cabrujas a Pío Miranda, ese comunista de una mediocridad absoluta, yo veo que es un reflejo, porque los Pío nos están gobernando. Si uno monta Ubu Rey, esa obra es sobre la ambición desmedida por el poder, o Hamlet o McBeth. Aquí montamos Copenhagen, que habla de la ética del hombre. Mi asesor fue Claudio Mendoza, un científico que trabaja en el IVIC, era jefe de un departamento y lo destituyeron porque escribió un artículo, Masa crítica, donde relacionaba la obra. La revolución de Isaac Chocrón, donde dice que no podemos hablar de la revolución hacia afuera si no empezamos por nosotros mismos. Uno debe montar lo que quiera, pero fundamentalmente lo que no es políticamente correcto. Si a uno le parece que es así, hay que montarla y aspirar a un mundo de libertades.

-¿Qué rol juega el público?

-El teatro no existe sin los espectadores. Pero el teatro no es masificador por muy exitosa que sea una obra. Hay que hacer un enorme esfuerzo para que el teatro llegue a otras partes y la mayoría vaya al teatro.
 
Pellizcos a discreción:

En el GA-80. Héctor Manrique es actualmente el director del Grupo Actoral 80, y el resto del elenco estable lo conforman Martha Estrada, Carolina Rincón, Iván Tamayo y Julio Mota.

Art
en Corp Banca.
GA-80 volverá a subir a las tablas, esta vez del Corp Banca, la obra Art de Yasmina Reza, "una obra sobre la amistad y sobre el arte. La amistad sustentada en pequeñas mentiras".

A punto de censura.
Manrique relató otro caso que también suscitó incomodidades: Al pie del Támesis de Mario Vargas Llosa. Vino a Caracas el escritor peruano, "le hicimos una rueda de prensa -relata Manrique- y le dije, es para que digas todo lo que te provoque, y lo hizo. Porque yo creo en eso. ¿Para qué voy a pellizcarle las nalgas al señor que se monta en el metro? Vamos a pellizcar las del funcionario".


El Universal, 2 de marzo de 2009

Ana María Hernández

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