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Luigi Sciamanna:Nuestros problemas son tan severos que el teatro no puede evadirlos


Ha dedicado 20 años de su vida a las tablas en Venezuela. Durante ese tiempo ha visto cómo este medio ha perdido espacios y ha dejado de tener la resonancia que alcanzó en sus tiempos dorados. 

De la época en que se montó por primera vez sobre un escenario vestido como un fraile, hace 20 años, Luigi Sciamanna extraña el "ruido" que hacía el teatro en la sociedad venezolana. No obstante, suena optimista cuando dice que este arte volverá a tener la resonancia de otros tiempos.

Él, al menos, contribuirá para que así sea.

Nunca le había preocupado tanto el tema de la autocensura y la libertad como ahora.

Sin embargo, se niega al silencio. Mientras tanto, continúa enrolándose en diversos proyectos, tanto cinematográficos como teatrales. Se niega a dejar de trabajar con personas que tengan ideas políticas distintas. Actualmente, forma parte del elenco del musical Los productores, que se estrenará en abril; escribe su segundo texto dramatúrgico, y encarna a Antonio Guzmán Blanco en Zamora, una película dirigida por Román Chalbaud que está en proceso de filmación. Aunque se trata de una cinta sobre un personaje que está en boca del Presidente, dice que "la gesta de Zamora y la de Chávez se diferencian mucho".

Aboga por los proyectos emprendidos en la Villa del Cine y reconoce los esfuerzos gubernamentales hechos en este sentido. En el teatro, afirma, la historia es distinta.

–El cine está siendo apoyado, lo que pareciera que no ocurre con el teatro. –Efectivamente, la situación del teatro es diferente. Si en el teatro teníamos una interesante curva de desarrollo en las décadas de los setenta, ochenta y noventa, ahora no es así. Si bien los espectáculos tienen buena cobertura publicitaria, el teatro no hace tanto ruido. En cambio, se están estrenando muchas películas y mucha gente está filmando.

–¿En qué situación está el teatro?
–En 2007 tuvimos espectáculos interesantes. Estaban en cartelera obras que convocaron al público. Lo que te pone a pensar en que el espectador también quiere piezas para reflexionar. Se hizo teatro comercial, pero siguen existiendo los trabajadores que hacen teatro de investigación. A grandes trazos, trascendimos la etapa del monólogo. Lo importante es que sí se quiere hacer otro teatro.

–Pero el teatro comercial se sigue montando más. –Durante los últimos años, el teatro le ha servido al público para evadir, pero los problemas del país son tan severos y abrumadores que no podemos escapar de ellos y el teatro tampoco. El teatro no puede ponerse unas gríngolas y dejar de ver lo que está pasando. Esa respuesta se está dando con espectáculos más reflexivos.

–¿Cuáles son los principales problemas que usted vislumbra en el sector teatral?
–El problema es muy complejo. En primer lugar, hemos perdido espacios: el Teatro Nacional no está funcionando; el Complejo Cultural Teresa Carreño y el Teatro Municipal son foros más políticos que artísticos; y se están desalojando grupos de la Casa del Artista. También nos sentimos víctimas de la inseguridad al asistir a algunos teatros.

Entonces, en contrapartida, algunos espacios –donde la gente se siente más segura– han creado doble función.

La doble oferta trae unas consecuencias como obligarte a montar un determinado tipo de espectáculo, con escenografías movibles, pocos elencos, sin ambiciosos diseños de luces y un tiempo limitado.

Hay mucho sacrificio artístico.

Nuestro espectador está perdiendo la costumbre de ver un montaje con 15 actores en escena, y qué peligroso es eso, pues se está habituando sólo a un teatro de bolsillo.

–¿Cree, entonces, que hay desatención con respecto al teatro de parte de los gerentes culturales venezolanos?
–La hay en estos y otros aspectos. Uno de los principales es el tema presupuestario, pero no es el único. La formación de los actores también está desatendida. El Iudet no es suficiente. ¿Dónde se van a formar los artistas? ¿Por qué desapareció el programa de formación de la Compañía Nacional? ¿Dónde van a trabajar nuestros actores? El problema es qué queremos montar, cómo lo vamos a montar, cuánto le dedicamos al montaje, de qué vivimos mientras montamos. Éste es un país donde un actor tiene que buscar otro trabajo para subsistir.

–¿Es momento de dialogar sobre políticas que respondan a estas preguntas?
–Nos tenemos que sentar los que estamos del lado de los creadores y los que están del lado del Gobierno. No le puedes decir a una persona que quiere dedicar su vida a montar obras de autores nacionales y los grandes clásicos de la dramaturgia universal, que eso es igual a ser un heladero, como lo afirmó el ministro Francisco Sesto. Que esas dos personas tengan los mismos derechos civiles es indiscutible. Además, no se puede atacar a los ciudadanos a quienes se representa, ni a los que piensan como tú o diferente.

–El caso de Fabiola Colmenares marcó un precedente. ¿Usted cree que podría convertirse en una regla?
–Eso es lo peligroso. No se le pueden cerrar las puertas a una persona porque se manifieste como ciudadano. Fabiola utilizó un derecho que le da la Constitución y, además, estaba participando en una asamblea que tenía un llamado público. No la puedes atacar por eso.

–¿Qué deberían hacer los artistas frente a estos ataques?
–Defendernos como gremio.

Ya ha habido una respuesta.

Iniciativas como la Asociación Venezolana de Actores, Uneteatro y la Fundación Fernando Gómez, que está por crearse, están tratando de unir a la gente. La unidad que se quiere con el gremio teatral no es política, es artística. Eso lo debemos entender. La AVA quiere tener en su seno a todos los actores y actrices, sin importar su posición política. Lo que impulsa el nacimiento de estas asociaciones es la protección del artista y su trabajo. La división sólo le conviene a la gente que maneja el poder.

–Hay quienes se preocupan por el silencio de los artistas. –Es que el miedo existe, la lista Tascón no es un invento. La pregunta es cómo dar la pelea.

Es interesante que haya habido respuestas públicas y eso es un primer paso para decir que no estamos dispuestos a quedarnos callados. La lucha es a largo plazo. Si se crea una asociación como AVA y no entendemos que sus frutos son a largo plazo, no estamos entendiendo para qué la hacemos. Si un hecho como el de RCTV o como el ocurrido con la ciudadana Fabiola Colmenares nos sirve para sacudirnos como gremio y darnos cuenta de lo desprotegidos que estamos, pues ha llegado el momento de trabajar.

Lo que no puede suceder es el silencio ante los golpes. Tenemos que pararnos y decir: `No me puedes golpear’. Si tú me representas, no me puedes pegar; si tú eres el Presidente del país donde yo vivo, no me puedes llamar mierda porque no lo soy. Yo soy un ciudadano y tengo derecho a tener una posición política distinta a la tuya y eso no me convierte en el enemigo.

–¿Sobre qué otro aspecto se está promoviendo el diálogo en el seno de estas asociaciones?
–La protección del artista, que está absolutamente abandonado. Lo están haciendo por separado, pero sería bueno que estas asociaciones se unieran y trabajaran por un fin común: la defensa social de los miembros del gremio artístico. Es insólito que trabajadores como Omar Gonzalo, Manola García Maldonado o Bertha Moncayo, que tienen 50 años actuando sobre el escenario, no tengan seguridad social. Brindaron durante todo ese tiempo un servicio público al país y no tienen ni seguro social.

 
Diario El Nacional , 28 de enero de 2008

Por Marjorie Delgado

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