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El país de Aldemaro


Será a mediano plazo cuando los especialistas calibren que Aldemaro Romero es el músico integral más importante del siglo veinte venezolano. Y que tal jerarquía fue posible porque adherido a su talento de compositor, arreglista y ejecutante del piano hay un humanista vital en continua práctica de estudio autodidacta desde vidas y obras, la propia y las ajenas. No es frecuente esa dupla. Grandes genios en su obra y cultura erudita han sido miserablemente pequeños en su naturaleza personal.

Pocos privilegiados alcanzaron a ese AR porque su carácter multipolar bien armonizado con su creatividad continua, lo impulsaba a la sinceridad más directa, a veces agresiva por temperamental pero siempre dirigida a destacar lo más auténtico de sí mismo y del prójimo.

De allí sus arrebatos, iras y exigencias combinados con lealtad, práctica instintiva de la observación oportuna, autoanálisis y perdón redentor.

No es casual pues que en su conversación y su habla radial abusara de la muletilla "amigo". Este pórtico viene a tema porque su libro Encuentros con la gente (Fundación para la Cultura Urbana, dic., 2007) evidencia esa genuina condición de mentch, gente íntegra, capaz de relacionarse con toda clase de prójimo buscando su esencia con la mirada, o simples frases de ocasión, o la sensibilidad global de quien por amar la vida en todas sus facetas, puede captar y aceptar, sin falso intelectualismo, lo variado y complejo que al final del día es todo lo humano. ¿Y qué es humanismo? Lo define en su obra básica ¡Tierra, Tierra! el escritor húngaro Sándor Márai mientras padece el holocausto moral europeo en la segunda posguerra: Una medida humana. La comprobación de que el ser humano es el sentido último de la evolución si es posible que llegue a dominar los instintos que arrastra desde las cavernas.

Esta crónica testimonial de Aldemaro resulta una autobiografía inconsciente y parcial, proyectada hacia seres diversos por su origen, carácter y oficio, percibidos desde espacios múltiples de su existencia bohemia y la vez muy internalizada en severa disciplina profesional. Y lo más notable, en un país tan adicto al simulacro patriotero, aclara la faena de un humilde provinciano que limpio de prejuicios y dogmas ejerció con placer y sin complejos la libertad de ser cosmopolita. Y por eso mismo fue lúcido pionero en el arte de fusionar lo popular y académico, nacional y foráneo, tradición y novedad, hasta convertir en imperio moderno y universal a la música venezolana de antes, del ahora y los tiempos por venir.

http://www.aldemaroromero.com/

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Alicia Freilich

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