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Una guerra para salvar al teatro criollo


En Bogota, a escasas dos horas de Caracas, ha reaparecido el director italovenezolano Sebastiano Salvato para dirigir y presentar cinco funciones del espectáculo La guerra de Carlo Goldoni, con lo cual un conjunto de estudiantes de actuación de la Facultad de Artes ASB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, ha culminado su primera etapa de capacitación y se adentra en el nada fácil campo de la actuación profesional.

Ya emitiremos posteriormente nuestra opinión sobre el evento artístico en su globalidad, pero antes queremos subrayar la conmovedora entrega de ese conjunto juvenil y el riguroso trabajo de la dirección, que son las bases de ese excelente trabajo de creación teatral.

Sebastiano Salvato (Sicilia, 1960), formado en Europa y después en Caracas bajo la guía de Carlos Giménez, ha desarrollado una sólida carrera como director de teatro y ópera, asegura que Carlo Goldoni (Venecia, 1707/Paris, 1793) fue un hombre del siglo XVIII y actuó cabalmente dentro de su historia y además era un revolucionario como pocos. “Un hombre de acción política y reformista que afectó, no solo a la dramaturgia sino también a lo que hoy se le denomina organigrama del teatro, vale decir la organización de una empresa teatral. La inventó Goldoni con el apoyo de la burguesía veneciana y así logró influenciar a toda Europa. Su teatro, con su alcance europeo, es el primer gran teatro nacional popular italiano”.

Asevera que la dramaturgia goldoniana es la base del teatro europeo moderno desde Goethe hasta Brecht, pasando por Pirandello y todos los modernos. “La guerra en particular es una obra maestra del 1760, escrita diez años después de La posadera, la cual, dramatúrgicamente, es el prototipo, no del todo desarrollado, de la que sería Madre Coraje de Brecht”.

Enfatiza que la dramaturgia de Goldoni no es univoca, no la se puede encasillar dentro de un solo sistema; es abierta, y siempre sugiere algún autor contemporáneo europeo. “En el Siglo XX hubo una tradición de puesta en escena que estuvo edulcorando al teatro de Goldoni mediante unos cuantos títulos comercializados. Desde el punto de vista teórico, la Commedia dell’Arte fue la base no solo de su teatro sino también del teatro moderno en cuanto categoría estética de la representación. El joven actor tiene que pasa por las técnicas del mimo dramático, que teorizó Jaques Copeau a comienzo del siglo XX. Él investigó acerca de la Commedia dell’Arte y determinó que el mimo dramático, dentro de la representación teatral, es la base expresiva e ineludible de todo juego teatral, incluso a partir de la tragedia griega. El problema de hoy es que se ha perdido la teatralidad en el teatro y los actores, mal dirigidos por los directores, actúan como si estuvieron delante de una cámara de televisión o de cine. La gran crisis del teatro actual radica en la perdida de su teatralidad como fenómeno de comunicación. En la tablas hay que ser teatral y no televisivo, considero yo”.

-¿Encuentra vigente al teatro de Goldoni para los espectadores del siglo XXI?

-El que piense que Goldoni pertenece a un siglo empolvado y que no tiene ninguna referencia con la contemporaneidad, está equivocado por falta de conocimiento. Una parte del público y de los hacedores de teatro aun creen que Goldoni es un autor totalmente italiano y solamente vinculado al teatro de las mascaras. Y eso forma parte de una cierta tradición de puestas en escena del siglo pasado. Goldoni resucitó durante la post guerra, y Giorgio Strehler tuvo que hacer una revisión del autor veneciano para que su imagen fuera lo más posible cercana a la verdad histórica. Goldoni fue para Italia lo que era Giménez para Venezuela. No solo era el artista-dramaturgo y puestista de sus espectáculos, sino también un hombre que realizo actos políticos dentro de la historia italiana y europea, un revolucionario que creó un primer teatro de arte nacional humano y para el pueblo. Goldoni tuvo que afrontar el conservadurismo de Carlo Gozzi y el obsoleto mundo de las mascaras, el frívolo esteticismo del melodrama de Metastasio, Racine y Corneille. Goldoni, como Giménez. fue un artista honesto, capaz de entender la realidad y elevarla al sistema del arte. Tanto Goldoni como Giménez fueron artífices de una profunda “reforma” del teatro, con la diferencia que Goldoni no realizó la reforma política con una ruptura, más bien tuvo que adherir al lenguaje teatral de su tiempo, esto es la Commedia dell’Arte. Giménez proviene de la vanguardia latinoamericana de los sesenta, pues interviene violentamente con una ruptura al fin de provocar respuestas inmediatas y apuntando a un teatro que adhiere a una realidad política y social apremiante.

-¿Que dificultad o escollos puede encontrar un director con el teatro de Goldoni?

-Lo primero que tiene que hacer un director es leer la pieza sin prejuicios culturales que vienen de la tradición del siglo XX, y ver a Goldoni como a un autor contemporáneo y abierto. Evitar pensar que Goldoni se pueda realizar solo de una forma, porque cada director tiene que adaptar la estética goldoniana a su propia estética. Pero a la vez. el mismo puestista de escena tiene que conocer las técnicas de la Comedia dell’Arte y del mimo dramático y todos esos ingredientes técnicos y estéticos que son la base del teatro y de la teatralidad de los espectáculos. El problema fundamental del teatro de hoy es que ha perdido la teatralidad. No se puede hacer teatro pensando a la televisión, que es otro medio expresivo. Eso es la gravedad del teatro de hoy en día. Ha perdido la poesía escénica, la teatralidad del habla y del gesto y del movimiento. Hay que volver al planteamiento estético de una obra de teatro. Como un científico, el director tiene que volver a inventar formulas estéticas artísticamente validas y cautivadoras. Y la culpa no es de la televisión, pues ella tiene sus códigos claros. La culpa es de los directores irresponsables y facilistas que se dejaron atrapar por ese electrodoméstico tan importante para la comunicación global.

-¿Cual es la influencia de Goldoni en los autores del siglo XX?

-Goldoni influenció de alguna u otra manera la dramaturgia europea, tanto en lo estético como en lo técnico. Según los analistas, Goldoni influenció la dramaturgia desde Lessing hasta Brecht. Por eso La guerra es muy conocida en el área germánica, desde el siglo XVIII. Y luego afectó a Ionesco, Beckett y Pirandello y toda la Commedia moderna. Y en general, Goldoni dio un gran aporte a la dramaturgia europea sobretodo desde el punto de vista estrictamente técnico. Aristóteles inventó las famosas unidades, Shakespeare y Goldoni las rompieron y Goldoni en particular inventó lo que en música se denomina “partitura”, el ritmo, la perfección musical de un texto, y al dejar paulatinamente las mascaras, entra el personaje de carácter con sus rasgos psicológicos y entra lo político y lo social de una Europa distinta y culturalmente unida, una actitud dramatúrgica nunca provinciana sino europeísta y universal.

-¿Cómo abordar un texto de Goldoni en el siglo XXI?
-Estoy convencido que, hoy en día, la historia de las puestas en escenas es un fenómeno acabado. Claro me refiero a mi generación. Todo el teatro hecho y escrito es un fenómeno acabado. En el teatro se hizo y pasó todo. El problema es que esos fenómenos cayeron en el olvido. Esa historia del teatro fue traicionada por los mismos directores de mi generación (la que se le creía en los ochenta como la “generación de relevo”). Por consiguiente el que quiera afrontar a Goldoni tiene que volver, desde el punto de vista técnico, a recuperar la teatralidad que nace y muere cada día en las tablas del teatro. Hay que leer a Goldoni como a un contemporáneo, buscando metáforas escénicas o analogías con America latina o Europa, porque lo primero que un director tiene que hacer es convencerse que Goldoni es un autor universal y no regionalista, nunca provinciano. Y todo carácter italiano de las pequeñas cosas, las placitas, las costumbres son siempre metáforas de algo más grande más universal. Y La guerra en Bogotá me permitió confirmar, con sus 2000 espectadores en una semana de funciones, en un teatro con 400 asientos, que es un texto totalmente desconocido que hizo delirar al público teatrero y amante del teatro.

-¿Cómo se identifica con el legado de Carlos Giménez y cómo se podría recuperar ese legado para relanzar el teatro venezolano?

-Yo soy discípulo directo y fiel de Carlos Giménez. Yo nací artísticamente en la Venezuela de los ochenta. No puedo ser otra cosa que un artista venezolano e “hijo” de Carlos Giménez. Un hombre de teatro, y como Atlante llevo el peso del mundo encima del hombro.Nunca traicioné sus enseñanzas, el valor del teatro para una nación, la sociedad, un pueblo. Sus ideales, su amor para Venezuela y el desarrollo de su teatralidad en el sentido socio-político del término, siempre lo he conservado y lo conservaré hasta que Dios nos llame al último acto. Por circunstancias históricas yo he ido desarrollando e influenciando con mi teatro y el legado de Giménez esta ya en 10 países del mundo. He dejado huellas, por Rusia, Ucrania, Grecia, Uzbekistán, Turquía, Francia, Colombia etcétera. Por supuesto se trata de una carrera internacional loable y exitosa tanto en lo personal y extensiva al arte de Venezuela. Pero el problema es que todas mis energías las he desperdigado por el mundo que, si por un lado me han dado lo que se le denomina “proyección internacional”, por otra parte no me ha permitido realizar y seguir el legado gimeniano en Venezuela. El trabajo sobre el teatro europeo y venezolano siempre ha sido el punto fijo de mi investigación: punto de partida y de arribo, el círculo misterioso de mi existencia, una suerte de divina militancia, mediante el cual reivindico mis convencimientos que todo teatro latinoamericano es exponente de aquel sincretismo cultural euro-latinoamericano”.

“Es preciso en este momento histórico que Venezuela recupere su teatralidad en el sentido educacional del pueblo. Eso no se puede echar por la ventana porque Venezuela sigue siendo. por tradición y por su historia, un país internacionalista y abierto a las culturas y por ende grande. Yo pienso que nunca habrá dialogo político sin escuchar la voz del pueblo venezolano que pasa fundamentalmente por la cultura teatral. Vivimos en una época de anorexia cultural. El occidente en nombre de la globalización económica sigue batiendo impertérrita su calle del Dios dinero en detrimento de su profundo humanismo. Grave e inhumano error”.

“En este momento histórico nuestra Venezuela necesita un relanzamiento de su Teatro con un proyecto de envergadura nacional, a largo plazo, que incluya todo el pueblo venezolano, reorganizar los organismos teatrales, crear escuelas para que formen actores, trabajar para recuperar el publico que es la linfa del teatro. Crear un sistema de Teatros Unidos de Venezuela desde Caracas hasta al Oriente y Occidente. Fomentar la dramaturgia venezolana y latinoamericana con un sistema de Unión de Teatros Latinoamericanos mediante el sistemático uso de la Internet, relanzar los Festivales Nacionales e Internacionales”.

“Para Venezuela el teatro es preciso que exista, el teatro debe tener el derecho de existir y actuar para una idea más alta de la actual Latino America, mucho más alta de la que hoy nosotros estamos viviendo. Y la materia prima es el hombre. El hombre en su situación socio-existencial con su posibilidad de expresarse a través de la palabra, y nosotros gentes de teatro, en esta oscura época, tenemos la tremenda responsabilidad de llevar en alto la llama de la teatralidad. Venezuela necesitará otras criaturas que lleven adelante el teatro y lo ayuden a tener la altura estética y humana que merece, contra todos los que consideran el teatro solo como un arte inútil”.

“Nuestra misión es llevar adelante la experiencia del teatro con amor y alegría. Y el talento comienza justamente aquí. Una vez más, Carlos Giménez nos enseña que el teatro y la vida son caminos de conocimiento. Aceptémoslos, pues, con devoción estos principios. En el mágico círculo del teatro hay que inventarse valores verdaderos y humanos para la construcción de nuestra Venezuela, de nuestra sociedad y de nuestra America Latina”.

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E. A. Moreno Uribe

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