Para los que no crean que el teatro criollo está sepultado los invitamos a que acudan al viejo edificio de la Lotería de Caracas, en el cruce de la avenida San Martín y el puente 9 de Diciembre, en Artigas, donde, desde hace 15 años, funciona el Teatro San Martín de Caracas (TSMC), gracias a la gerencia del dramaturgo y director Gustavo Ott (45 años). Un espacio, con dos salas, convertido en la mejor ventana para degustar lo que pasa en las artes escénicas emergentes, tanto venezolanas como foráneas. Son escenarios y plateas donde pululan proyectos auténticamente creativos y siempre hay espectadores. ¡Es un auténtico teatro de la comunidad!
Ahí en estos días se presenta el espectáculo Comegato, escrito y dirigido por Ott, con la participación de los comediantes Rubén León, Verónica Arellano y David Villegas. Se trata de la reposición de la pieza estrenada hace diez años y donde sólo han reemplazado a Fernando Then, quien ahora trabaja con el Teatro Repertorio Español, en Nueva York. ¡Exportamos talentos, además de mujeres, telenovelas y petróleo!
Comegato es la saga de dos hermanos, David (Rubén León), trabajador de una bomba de gasolina y empedernido jugador de caballos, y “Comegato” (David Villegas), delincuente de ocasión, que se enamora de Natalia (Verónica Arellano), la esposa de David. Aparentemente es una ficción sobre esas traiciones que abundan, pero la pieza se torna sociológica, en medio de un contexto social altamente explosivo, y revienta con una crítica a la superficialidad de una sociedad que no asume compromisos. Es una predica contra las traiciones: la filial, la conyugal y la del país que se cometen todos los días sin que a nadie le importa o diga algo. ¡Es un alegato moralista como pocos se ven en los escenarios criollos!
Pero más allá de esta obvia propuesta ideológica de Ott, hay que resaltar su técnica, ya que en la pieza se juega con el tiempo: comienza en un futuro posible y va retrocediendo hasta el presente, cuando se inicia todo el enredo de esa saga romántica con final trágico. Es un atractivo experimento dramatúrgico que de alguna manera recuerda a la estética televisiva y cinematográfica, lo cual es muy bueno, ya que las artes escénicas todas se deben alimentar para conseguir espectadores, que es el fin último de tan maravillosa expresión artística y cultural. Es una forma diferente de contar y lograr una diversión en la escena. Además de proponer un discurso crítico, algo que los otros dramaturgos venezolanos evitan y se tornan banales sin saberlo, que es lo peor.
Y este montaje funciona, tal como lo disfrutó el público, y en especial por las caracterizaciones de ese elenco de lujo. ¡En San Martín el nuevo teatro venezolano vive!
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