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La tragedia de Otelo


"Othello", la tragedia de Shakespeare, ha disfrutado de popularidad desde los tiempos del autor hasta el presente. Ha permanecido como drama viviente a través de los siglos porque trata de las emociones humanas universales y persistentes en la naturaleza humana.

Sus personajes no existen sobre un plano alejado de la vida ordinaria; no se nos pide que presenciemos el conflicto de reyes y conspiradores más allá de la experiencia de la gente de todos los días; no estamos involucrados en las consecuencias de desastres a escala cósmica; lo que presenciamos es una lucha entre el bien y el mal, la demostración de amor, ternura, celos, y odio en términos que son humanamente plausibles.

Othello es una drama de pathos (expresión patética) y piedad en vez de una tragedia de personajes en que una falla trágica precipita la fatalidad del héroe. Este último concepto fue el ideal griego de tragedia pura. Othello no se ajusta a esta definición clásica de la tragedia, que tenía como protagonistas algún héroe noble de cuna, un rey o un príncipe, en un concurso con dioses o superhombres.

Aunque Shakespeare sigue suficientemente la tradición para hacer que el héroe y la heroína sean personas de prominencia, son humanos en vez de sobrehumanos, y sus reacciones son reacciones comprendidas por cualquier espectador. La concentración sobre emociones elementales presentadas en lenguaje conmovedor y poético le ha dado a Othello su gran popularidad, tanto como obra a ser vista y libro a ser leído, durante ya cuatro siglos.

Othello ha sido descrita como la obra de teatro más perfecta de Shakespeare. Los críticos de estructura dramática la han alabado por su atención al tema principal sin distracciones irrelevantes. Muchas obras isabelinas tenían subtramas realengas y exceso de detalles para divertir a los más terrenales. La obra evita todas las irrelevancias y la acción de mueve velozmente desde la primera escena hasta el desenlace. Nunca nos perdemos en una multiplicidad de incidentes o una multitud de personajes. Nuestra atención permanece centrada en el archivillano de Iago y su plan para plantar en la mente de Otelo la corrosiva creencia de la infidelidad de su esposa.

En el desarrollo de este plan, el autor mantiene el suspenso hasta el final. Los personajes son claramente dibujados y los contrastes son claros y vívidos. Ninguna oscuridad en lenguaje, caracterización o presentación confunde al espectador o lector. En Othello, Shakespeare desplegó la habilidad de un genio en la construcción de una obra de teatro, una habilidad que él mismo no siempre se molestó por ejercer. Por ello no extraña que la obra sea tan popular.

A los dramaturgos isabelinos les agradaba retratar personajes de consumada maldad, y si podías ubicar las escenas en Italia, mejor, porque la literatura y las leyendas de la época estaban llenas de historias de la perversidad de Italia. Maliciosas interpretaciones de Maquiavelo eran citadas como pruebas de cinismo implacable. Alejandro VI, C∑esar Borgia, Lucrecia Borgia y muchos otros eran muy utilizados por autores fascinados por la iniquidad sensacional. Para los ingleses, la Italia del Renacimiento poseía una fascinación hipnótica. Venecia tenía especialmnte un glamor e interés más allá de lo normal, como era el caso con la belleza y complacencia de la mujer veneciana, y la pasión, celos y rápida ira de los hombres venecianos, así como los hechos de sangre. Al darle Shakespeare a su obra un escenario veneciano, el interés era inmediato; todo espectador isabelino se preparaba para revelaciones sensacionales.

Iago captará de inmediato la atención del espectador. Es la personificación del villano que esperaban los isabelinos a raíz de los cuentos italianos y los comentarios maquiavélicos. Villanos de este tipo, así como los de origen doméstico, habían sido muy populares en el teatro. Desde los días de las obras de misterio y de moral, los personajes interpretando el mal lograban inevitablemente capturar la atención de las audiencia, ya que la iniquidad siempre mueve más excitación que la virtud. El predicador que pinta un vívido retrato de la maldad obtiene una más grande atención que aquél cuyo discurso trata sobre las bellezas del Paraíso.

Shakespeare ya había tenido éxito en la presentación de villanos, notablemente con el Rey Ricardo III, con quien debe compararse Iago debido a su conciente preferencia por las maneras malignas de obtener sus deseos. Al darle una sombra de plausibilidad a la maldad de Iago, Shakespeare lo hace declarar su odio hacia Otelo para pasarle por encima y promover a Casio, y hace que Iago insinúe que Otelo pudo haber sido íntimo con su esposa, Emilia, pero esta sugerencia posterior es casi una nueva idea de Iago para racionalizar su odio y envidia, que son parte de su naturaleza. Para profundizar la ironía, Shakespeare le da a Iago una apariencia exterior de honesta virtud, y hace que Otelo lo llame "honesto Iago".

Otelo mismo es por naturaleza valiente, abierto, generoso, no sospechoso e ingenuo. Desdémona es cálida, tierna, fiel, y está muy enamorada con su marido. No hay pensamiento más alejada de ella que la infidelidad que Iago le sugiere a Otelo. El suspenso de la obra crece mientras vemos a Iago envenenar la mente de Otelo y presenciar la perplejidad, desesperación y muerte de Désdemona, y este suspenso se retiene hasta las últimas líneas cuando el espectador imagina las torturas que le esperan a Iago, que es arrastrado fuera de escena para ser enjuiciado.

La historia de la obra

Aunque hay controversias respecto a la fecha de estreno de Othello, la mejor opinión moderna es que la primera presentación fue posiblemente en 1604, y que fue escrita entre 1601 y la fecha de estreno.

La obra fue inmediatamente popular y los registros de su interpretación muestran que su popularidad continuó a través del siglo 17, exceptuando el período cuando las obras de teatro fueron prohibidas durante el régimen Puritano. Después de la Restauración de Carlos II, en 1660, y la reapertura de los teatros londinenses, las mujeres reemplazaron pro primera vez al muchacho actor que había interpretado los papeles femeninos en tiempos isabelinos.

La primera mujer vista en la escena pública en Londres interpretó a Desdémona, y el papel fue el favorito de las actríces desde entonces. Algunas de las actríces más famosas interpretaron a Desdémona. El primer actor en interpretar a Otelo se supone que fue Richard Burbage, colega de Shakespeare, y fue el rol favorito de muchos actores posteriores. Ira Aldridge, actor negro americano, entre 1826 y 1852, ganó reputación interpretando a Otelo en Inglaterra y Alemania. Casi un siglo después, Paul Robeson tuvo gran éxito con el papel.

La fuente de esta obra Fue un cuento de "Hecatommiti", una colección de cientos publicados en 1563 por un italiano llamado Giovanni Battista Giraldi, a menudo llamado Cintio. Sobre si Shakespeare leía italiano, no se sabe, pero Hecatommiti fue ampliamente conocido en Inglaterra y utilizado por otros dramaturgos. Si él mismo no podía leerlo, podría conocer los lineamientos generales del cuento por vía de alguien que podía traducirlo.

Mucho se ha debatido sobre el color de Otelo y qué características físicas le atribuía Shakespeare al "moro". Actores que han interpretado el papel también han manifestado preocupación sobre el maquillaje. Hay poco que indique que Shakespeare o sus contemporáneos hubiese interpretado la unión de Otelo y Desdémona como un problema de matrimonio mezclado o que hubiesen considerado diferencias raciales como de interés vital. Para los isabelinos, Otelo era un exótico, y los intereses que siempre se le anexan a los exóticos se le anexaban a él. En los escenarios isabelinos, un ruso o un polaco hubieran posiblemente sido un personaje tan extraño como un moro.

El interés por los moros era persistente debido a las historias de los moros en España, y más recientemente debido a los saqueos de los piratas moros en el Mediterráneo y tan lejos como el Canal Inglés. Los soldados moros había tomado parte en el cerco de Malta por los turcos en 1563. Shakespeare tomó el apelativo de Otelo, "el moro", del cuento italiano que fue su fuente.

Para un isabelino, un moro era un moreno ("swarthy"). Shakespeare y los contemporáneos no eran antropólogos y no estaban preocupados con asuntos de "raza". El debate sobre si Shakespeare tuvo la intención de que Otelo fuera un bereber o un negro, está fuera de lugar.  Shakespeare ni lo desconocía ni le importaba. Para él un moro era un hombre moreno, exótico, y podría llamarlo "negro", ya que una vez declaró -en el soneto 147- que su amada morena era "tan negra como el demonio". Al utilizar esta frase descriptiva, Shakespeare estaba reaccionando contra el convencionalismo del período que atribuía altura de belleza a la piel clara y el pelo dorado.

Los actores que eligen interpretar a Otelo como un hombre negro carbón, sin embargo, posiblemente estaban tomando las palabras de Shakespeare demasiado literalmente. Shakespeare en Othello no estaba tratando de enfatizar ningunas diferencias raciales entre el héroe y la heroína, aunque las diferencias en  sus proveniencias proveen a Iago de plausibles sugerencias para el alegado desafecto de Desdémona.

Otelo, como Shakespeare lo caracteriza, es un soldado de la fortuna de un pañis foráneo, un héroe, que se gana a Desdémona por su porte y el recitar romántico de sus aventuras en tierras extrañas. Cuando los enemigos de Otelo quieren abusar de él, hablan oprobiosamente de su aspecto extranjero y se preguntan si Desdémona puede amar a un hombre tan extraño, pero eso es parte de la realidad de la caracterización, no una insinuación de "racismo" por parte de Shakespeare. Los infelices tiempos en que los hombres leerían alguna sugerencia de prejuicio racial en cada trozo de literatura precupado con personajes foráneos, aún estaban algunos siglos por delante. En todo caso, los actores se los siglos 17 y 18 interpretaron a Otelo como negro, generalmente con cierto garbo oriental.


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Alberto Rodríguez Barrera

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