"…a un soñador de pelo largo, que le va usted a hacer, señora… "
Una noche, después de ponerle su pijama de power rangers, me dispuse a leerle su cuentico nocturno. Al terminar le di un beso y lo dejé dormido.
En un instante y casi sin darme cuenta, mi pequeñito terminó el preescolar, se paseó por los primeros grados , llegó al bachillerato y hoy, sintiéndose todo un hombre de década y media, exhibe con orgullo y altivez de caballero, su primera novia.
Llegó a la adolescencia: un reordenamiento biológico lo llevó a la renuncia de su amado universo infantil: superó la aterradora y temida experiencia del acné , atravesó el umbral de aquellos cuentos de cada noche que sustituyó por libros de historia, religión y literatura, revistas de música, videos de los Beatles, películas de estreno y llamadas telefónicas interminables en las que ha ido descubriendo por sí mismo esas anécdotas que escuchaba acerca del amor: los besos, los abrazos, la compañía. De pronto, todo aquello que de niño le causaba una repulsión indescriptible o una sorpresa inesperada se volvió en su contra, (para su mayor fortuna). Un paso por este continuo de la existencia humana, su nuevo nacimiento y el tránsito de la infancia a la edad adulta.
Mi chiquitico creció y yo fui prácticamente desplazada de su corazón. Dejé de ser centro y garantía de su mundo… Dejé de ser su único, eterno y siempre defendido amor. Ahora él ostenta una vida y con ella secretos celosamente guardados. Ahora debo ser espectadora de ese torbellino de risas diferentes en el rostro de mi niño grande, de esa mirada salpicada aún de magia e inocencia que no oculta sus ansias de saber más, de ese "hombre en construcción" que maravillosamente se va formando vertical, con material noble y duradero, inoxidable. De ese ser nacido de mí pero a quien toca ahora la responsabilidad de asumir la conformación de su propio destino, de hacer "su camino al andar".
Y es por eso que al verlo junto a su novia, esa rival hermosa , ocurrente y risueña, al verlo tomarla de la mano, llamarla mi vida, cuidarla , validarla y hacerla feliz, quererla tanto, tanto…al saberlo diferente, sabio y correcto, me lleno de orgullo, me siento complacida y pienso que ese ser llegado a este mundo con la inmensa fortuna de saberse amado, encontrará en dada una de sus huellas al andar , el más correcto de todos los caminos.
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Jorgita Rodríguez