Entre los meses de junio y julio se estuvo presentado en
Una vuelta al teatro realista
Barranca abajo, representa para Latinoamérica, uno de esos textos clásicos de nuestra dramaturgia, que se toman como referencia obligada cuando hay que hablar de teatro en este lado del mundo. Su autor, Florencio Sánchez, la concibió en 1905, hoy después de ciento tres años de escrita, aún impacta por su gran contenido social. Y no puede ser de otra forma, cuando estamos frente a un clásico, por eso los llamamos de esa manera, siempre están vigentes.
Escuchar el texto (remozado y adaptado por la inteligente pluma de Elio Palencia) Es estar frente a los conflictos eternos que nuestros países han sufrido desde su emancipación. La justicia territorial, la justicia e igualdad social, la opresión, la supervivencia del más apto y la supremacía de ricos sobre pobres. Hoy en día las cosas no han cambiado, seguimos transitando el mismo camino y la situación por la que pasa el protagonista de Barranca abajo, seguro la está viviendo cualquiera de nuestros campesinos en algún poblado remoto de nuestras regiones.
Don Zoilo, debe evitar que su familia se desmorone por la pérdida de sus tierras a mano de terratenientes inescrupulosos, además de luchar por la pugna interna familiar y los enfrentamientos que lo primero ocasiona. Todo parece estar confabulado para que Zoilo fracase y así sucede, inevitablemente, la desesperación y la depresión le ganan el juego y le vencen para terminar con su vida, solo, abandonado y triste.
El director, Costa Palamides, consigue en esta puesta dibujar sin espectacularidad pero con destreza, el cuadro realista (al estilo Rengifo) de una manera extraordinaria, su veteranía y madurez como puestista le hace utilizar sus recursos intuitivos de director y su técnica conocida para recrearnos el oído y la vista con imágenes contundentes, sabe conducir a sus actores y logra inteligentemente no traspasar la línea delgada del drama al melodrama, que es lo riesgoso de este tipo de textos.
Gracias al casting que lo acompaña, Palamides, logra hilar fino, entregando una lectura de Barranca abajo, auténtica, sincera, donde el espectador disfruta de convincentes y sólidas caracterizaciones de la mano de: las primeras actrices, Virginia Urdaneta y Nirma Prieto; el encanto y talento de Norma Monasterios, quien en este papel se crece como la maléfica cuñada que lleva las situaciones al borde del abismo; William Escalante y José Gregorio Martínez, duchos en su oficio y las jóvenes: Emily Mena y Mariela Reyes, como las hijas de Zoilo. Definitivamente un elenco que supo amalgamarse de manera perfecta para junto a su director llevar el mensaje deseado.
Un punto a su favor se apunta
Elio Palencia sigue dando de qué hablar
Ya había abierto el compás de discusión y llenado centímetros de columnas en los periódicos, aunado a las discusiones en cafés y particulares, con su polémica
Protagonizada por Ludwing Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez, Penitentes nos cuenta los antecedentes y consecuencias que rodearon la muerte de un importante personaje de la iglesia católica venezolana, ocurrido en un hotel de la ciudad a manos, aparentemente, de su amante homosexual y cómo el hecho hizo mella en la opinión pública y en las altas esferas de la iglesia y el gobierno, convirtiéndose en un acontecimiento que había que callar y resolver de inmediato por las implicaciones del caso.
Lo interesante de este drama contemporáneo que nos entrega Palencia, es su estructura de relato, los saltos en el tiempo y flash back de la acción dramática, nos hacen enterarnos de cómo, supuestamente, pudieron ocurrir los hechos que llevaron a la muerte del religioso. Su ruptura de linealidad consigue cómoda horma de nuevo de la mano del puestista y director Costa Palamides, quien traduce en los actores y en el espacio espectacular de su lectura estas rupturas, haciendo que el dinamismo y el ritmo conviertan al espectador en atento voyeur de las últimas horas de la víctima en cuestión.
No sólo por la temática que pone en el tapete Palencia, es que esta pieza se hace foco de las miradas de todos, sino que el tratamiento que le da Palamides corona lo pedido por el dramaturgo: saciar la sed de morbo del espectador curioso, más aún acompañado por este sólido trío de actores, que sin mucho esfuerzo logran enganchar al público con su presencia escénica y lo contundente de sus parlamentos y acciones: Ludwing Pineda, demuestra una vez más su sapiencia del oficio y nos entrega un religioso desviado, obsesionado y condenado por él mismo y por sus actos. Delbis Cardona como el compañero sentimental, se crece como actor en este dramático papel y desborda en desesperación y ansiedad de no saberse amado por el objeto deseado. Por su parte José Gregorio Martínez, echa mano de su encanto en escena y su gran talento, demostrando un aparente culpable, un gigoló de los bajos fondos, que se enreda la vida por haber estado la última noche con el occiso por casualidad y ambición.
Inteligente resolución espacial, de parte de Valentina Hertz y de vestuario, en manos de Omar Borges, junto a la producción como siempre de altura que ofrece TEATRELA como colectivo escénico con Cocó Seijas y Juan Carlos Azuaje a la cabeza.
Una dupla que ha descubierto, con dos montajes, que una comunión eficaz entre dramaturgo y director, aunado al profesionalismo, el talento y la veteranía, de sus actores y productores, demuestran una vez más que si es posible coronar con muy buen teatro nuestra cartelera teatral, ojalá continúen trabajando en conjunto.
Comentarios: luisalbertorosas@gmail.com
Luis Alberto Rosas