En este nuevo año 2007 ya se empieza a percibir una eficaz capacidad de sorprender y provocar derivado de lo espectacular teatral. Ya arribando a su tercera semana de éxito de público y con sumando excelentes comentarios de entendidos y público, el Grupo Teatral Contrajuego ha concretado en los Espacios Cálidos del Ateneo de Caracas un sensacional retorno a las tablas del circuito teatral del sur oeste de Caracas, con la escenificación de “Siete gaticas” controversial drama de uno de los íconos de la letras dramáticas brasileña y latinoamericana, el hoy desaparecido intelectual y agudo dramaturgo, Nelson Rodríguez (Recife, 1912 – 1980). Un espectáculo algo “retorcido” para la percepción de quien aun tenga –o desee mantener- una moral pacata e incapaz de trascender tras el simple disfrute de este montaje, ese corrosivo acento de crítica social a ciertos modelos y maneras de la conducta “machista” que aun signa a nuestro tercer mundo.
Con la asertiva e inteligente decodificación del discurso dramático de Rodríguez con la contundente versión y puesta en escena ofrecida por Ricardo Nortier, conocedores y neófitos de lo que es la realidad del teatro nacional, pueden ver como se sustanció un montaje pleno de signos, formas y sobre entendidos que pueden –y deben- ser releídos más de una vez por todo aquel espectador que sienta en su fuero interno que no sólo se asiste a contemplar un espectáculo de “diversión / evasión” con guindas de tono comercial sino una auténtica propuesta de arte, teatro del bueno, espectáculo coherente, provocador, estimulante al sentido y la mente pensante.
Aunque pueda para unos ser fácil atar cabos tras la fábula para otros salir algo perplejos tras confrontar esta escenificación, lo cierto es que casi el ciento por ciento del público sale tocado. La derivación de análisis callado o en discusión posterior que cada quien haga es producto de ese acento “porno gráfico” de Rodríguez que puede lucir pesimista y hasta cruel. De entrada, el espectador se tropieza con un humor negro zahiriente, con personajes desnudos en forma y sentido que no son agresivos porque la dirección les haya aplicado una marca travestida o indicados gestos y ademanes que podrían ser tildados de tono homosexual, ¡nada de eso! por supuesto que ello sería lo más fácil de percibir; más allá, en el fondo de esto está el ácido escalpelo que este texto posee y que se amplifica con una sabia y bien dosificada puesta en escena. Lo convencional queda apartado. El trabajo con el espacio multiplicado en sus variables para que se arme un ritmo propio, dinámico, contundente, vibrante donde una salida, una entrada, rompe y magnifica lo que se lee sobre la escena.
El metadiscurso de lo perverso emana de esta versión con fluidez, sin tapujos haciendo que esta tragicomedia “Siete gaticas” permita convertir nuestra en una especie de vouyerista privilegiado y dependiendo del ángulo de cercanía o lejanía ante este montaje sentirá la crudeza que se irradia de la situación que vemos contarse en lo que es en el núcleo de una casa de familia pobre, donde sus miembros se hayan sumergidos en un mundo completamente retorcido, donde hay verdades veladas, secretos clandestinos, deseos reprimidos aglutinados, convergentes y que esperan que haya una especie de “esperanza” sobre la cual romper con el “maleficio” social que los embarga. Esa esperanza, esa salida de la podredumbre social e individual, se construye tras la figura del personaje púber, Silene que parece comportar cierta pureza y sentido virginal y que, sin embargo, al final de cuentas termina actuando bajo las condiciones y presiones del mismo medio que la rodea.
Es así que ni para esta familia ni para sus miembros no existirá salvación o redención alguna. Será un núcleo humano arrastrado ante la crisis de los valores y el ahogo de una esperanza, la cual queda mancillada. La metáfora de toda esta situación se extrapola cuando se crea todo un núcleo de circunstancias entorno al casamiento de Silene y cuando se descubre que ella es la autora de la trágica muerte de una gata que parió siete gatitos y que será blanco de la frustración o angustia ante lo verdaderamente puro.
Insisto, este espectáculo del grupo Contrajuego bajo la dirección de Ricardo Nortier es eficaz, sorprendente, incitador y confeccionado con rigor en todas sus coordenadas. La principal, la labor histriónica que se expuso consistente en su accionar del actor consigo mismo y del actor con el personaje. Hay sutilezas de múltiples significaciones en los gestos, contundencia en coreográfico de su andar en y sobre el espacio, hay eficacia en el decir y en el callar; todos al unísono construyen ese todo que hace que la puesta se eleve con calidad ante el ojo escrutador del público. Un montaje bien facturado por una dúctil plantilla actoral conformada por Alberto “Paisa” González (quien encarna al engañado y “sufrido padre), Elio Petrini, Orlando Paredes, Vicente Peña, Freddy Buitrago, Román Mendoza, Adolfo Nittoli, Francisco Bravo y Abel García. Todos sin excepción merecen mi aplauso y ¡más que eso! el agradecimiento de las decenas de personas que los han visto actuar tres semanas con un exultante espectáculo que nos obliga a demandar que las marquesinas de la capital se abran a seguir la ruta del atrevimiento que el Grupo Contrajuego ha creado en esta apertura de año. ¡El espectador exigente así lo demanda!
critica@cantv.net
WWW.VAYAALTEATRO.COM ¡TU CARTELERA TEATRAL EN LÍNEA!
Carlos E. Herrera