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Shakespeare y los vicios del poder


Afirmar en el presente que William Shakespeare también se entregó de lleno a los sentimientos anti-totalitarios, podría ser tomado por los ignorantes como una exageración. Pero así fue a partir de 1601, con Hamlet. Y así lo escribió en el soneto LXVI, donde afirma que no puede soportar ver

"el mérito de nacer mendigo, y la miserable nulidad rebosante de alegría, y la más pura indignamente violada. Y el dorado honor vergonzosamente mal colocado, y la castidad virginal brutalmente prostituida, y la justicia perfecta en injusta desgracia, y el poder destruido por una fuerza coja, y el arte amordazado por la autoridad, y la tontería, en son doctoral, censurando al talento, y la ingenua lealtad mal llamándose limpieza, y el bien cautivo sirviendo al mal, su señor."
 

En Hamlet, Rey Lear y Macbeth, Shakespeare planteó una guerra contra las fuerzas que oprimen al pueblo con sus armas políticas. Y en Timón de Atenas desencadena la indignación contra el oro, nuevo opresor del pueblo. El genio inglés fue muy realista y coloquial, y colocó en el centro de su atención los sentimientos, las pasiones y los vicios del hombre. Pero también es un dramaturgo que arrolla y asusta a los teatreros, porque presenta dificultades para representarlo adecuadamente en las tablas; de ahí que, ante su riqueza de expresión, los actores y los directores lo disminuyan y traicionen, corten y reduzcan.

Goethe, como director de escena, creía que el verdadero sitio de Shakespeare era el libro, no el teatro. Pero es imposible negarle al bardo las más genuinas cualidades del dramaturgo. Veamos, por ejemplo, aunque sea fugazmente, cómo y porqué mantiene su vigencia en una obra como Macbeth, donde cualquier parecido con la realidad contemporánea es pura coincidencia.

Por ahogar una rebelión, Macbeth se encuentra cerca del trono. Por ello cree que puede y debe convertirse en rey. Asesina al gobernante legítimo, cosa que lo lleva a asesinar a los testigos, a los que sospechen del crimen y a los hijos y amigos de los que ha asesinado antes. Después debe matar a todo el mundo, porque todo el mundo está contra él: "Haz recorrer, para despejarlo de gente, todo el campo a la redonda. ¡Que ahorquen a los que hablen de miedo!" Al final hasta Macbeth será asesinado; recorre toda la gran escalera de la historia.

Macbeth presenta la historia bajo la forma de una pesadilla. El mecanismo de la lucha por el poder, en las crónicas históricas y la pesadilla, son metáforas diferentes de esa misma lucha por la corona; es una diferencia que implica otra forma de ver las cosas; otra filosofía. Mostrada como un mecanismo, la historia fascina por su carácter amenazador e ineluctable; la pesadilla paraliza y aterroriza.

En Macbeth la historia se muestra por medio de una experiencia personal; igualmente personal es el crimen. Es decisión, elección y violencia, que corre por cuenta de aquel que lo comete, que debe ejecutarlo con sus propias manos; y Macbeth personalmente asesina a Duncan. Al igual que las pesadillas, la historia de Macbeth carece de transparencia; y, como en una pesadilla, todos son precipitados. El mecanismo se pone en marcha y luego corre el riesgo de verse aplastado. Uno se atasca en la pesadilla, se hunde hasta el cuello.Dice Macbeth: "He ido tan lejos en el lago de la sangre, que si no avanzara más, el retroceder sería tan dañino como el ganar la otra orilla".

En Macbeth, la historia es tan espesa como la sangre. Después del prólogo de las tres brujas, la verdadera acción comienza con estas palabras de Duncan: "¿Quién es este hombre cubierto de sangre?" Aquí los asesinos y las víctimas, todos, están hundidos en la sangre. Dice el hijo de Duncan: "¿Dónde estamos? Aquí hay puñales en las sonrisas de los hombres. El que está más cerca de nuestra sangre, es el más próximo a ser sanguinario".

En Macbeth la sangre no es solamente una alegoría; es material, física, corre por los cuerpos masacrados, por rostros, manos, estiletes, espaldas. Y dice Lady Macbeth: "Un poco de agua nos lavará de este acto. Ya ven qué fácil es." En la obra, la muerte, el crimen, el asesinato, son concretos; como la historia: concreta, tangible, corporal, asfixiante; estertor del moribundo, silbido de la espada, golpe del estilete.

Macbeth es la tragedia de la ambición, la tragedia del miedo, es el tema único del crimen, donde sólo se ven a los que asesinan y a los que son asesinados. La ambición es intención y plan de asesinato; el miedo es recordar los asesinatos ejecutados; el terror es la necesidad de un nuevo crimen; hay que asesinar todo el tiempo hasta que quien asesina sea asesinado; será rey quien mate al rey; como en Ricardo III y en los dramas reales; y así es en Macbeth, pero aquí la serie de asesinatos no es la lógica del mecanismo, ya que posee algo de la proliferación terrible de la pesadilla.

Macbeth: ¿Cómo va la noche?

Lady Macbeth: Casi luchando con la mañana para saber cuál es cuál.

La mayoría de las escenas tienen lugar durante la noche; noche de la que el sueño ha sido expulsado. Shakespeare, como en ninguna otra obra, habla mucho del sueño, el sueño que Macbeth ha asesinado. Ya no puede dormir, como tampoco nadie en toda Escocia. Ya no hay sueño, sólo hay pesadillas. Un mismo sueño-pesadilla tortura a todos. Dice Banquo: "Una somnolencia, pesada como el plomo, cae sobre mí, y, sin embargo, no quisiera dormir. ¡Potestades misericordiosas, refrenen en mí los malos pensamientos a que la naturaleza abre camino en el reposo!"

Macbeth es el más obsesivos de los mundos creados por Shakespeare; el asesinato, la idea del crimen y el temor al crimen lo invaden todo. El crimen hace que la tierra hierva en fiebre, Graznan incita al crimen, el halcón es despedazado a picotazos por el búho, los caballos rompen sus frenos y galopan enloquecidos, mordiéndose. No hay amor ni amistad ni deseo. Hay algo turbio entre Macbeth y Lady Macbeth; ella es el hombre, la que exige asesinatos –como un acto de amor- para confirmar su virilidad: "Desde este instante pensaré que tu amor es tan frágil como tu esperanza… Cuando te atrevías a hacerlo, entonces eras un hombre". Hay asfixia sexual entre los dos, un gran fracaso erótico.

La experiencia del asesinato no puede transmitirse; la ejecución de un crimen transforma al asesino, pasa a ser otro, y el mundo en que vive se torno diferente para él. Macbeth dice, después del primer asesinato: "Desde este instante no hay nada serio en el destino humano. Todo no es más que un juguete: renombre y gloria han muerto. El vino de la vida se ha derramado". Macbeth asesinó al rey porque no podía aceptar ser el Macbeth que tiene miedo de asesinar al rey. Pero el Macbeth asesino no puede aceptar al Macbeth que asesinó. Se ha convertido en su contrario. Macbeth asesinó para salir de la pesadilla y así ponerle fin. Pero esa necesidad de asesinar es justamente eso, la pesadilla. Macbeth está atado a su destino y su destino es inexorable: terrible y fatal. Dice: "Y nada es sino lo que no es."

El varias veces asesino que se baña en sangre no puede admitir un mundo en que existe el crimen. ¿Y entonces quién es Macbeth? Aquí reside la sombría grandeza de esta figura, su verdadera tragedia: le correspondió un papel que le era extraño; no podía escapar de él; no había otro. "Me han amarrado a un poste. No puedo huir: pero, como un oso, debo hacer frente a la embestida". Aprendido esto, cesa de temer. Ha comprendido que cada elección es absurda; o, mejor aún, no hay otra elección. "¡Apágate de una vez, llama fugaz! La vida es sólo una sombra ambulante, un pobre actor que se pavonea y gesticula una hora sobre el escenario, y después se lo traga el silencio: es un cuento narrado por un idiota, lleno de estruendo y de furia, pero sin sentido."

En cuanto a Hamlet, un hombre con sensibilidad más profunda que la de cualquier otro protagonista trágico de Shakespeare, desde el principio siente que está frente a una omnipresente corrupción: "Economía, Horacio, economía. ¡Los manjares cocidos para el banquete del duelo sirvieron de fiambre en la mesa nupcial!" Claro, el conocimiento de Hamlet es más profundo. El asesinato de su padre le ordena la venganza y se ve plantado en medio de una maraña de males; sabe que el momento es de desorden, pero no elige otro rumbo. Más que su ingenio comprensivo y su modestia, su rapidez mental y su profundidad de reflexión son la clave del dominio que ejerce sobre nuestras emociones. Hablar de Hamlet es hablar de nosotros mismos: profundamente ultrajado, es arrastrado paso a paso hasta una situación en la que no puede impedir dañar a otros.

En Shakespeare la vida se muestra en toda su real complicación, con los múltiples matices sociales, con el tempestuoso bullir de los sentimientos y pasiones. De ahí que en la obra de Shakespeare los personajes no permiten ser separados del fondo social, y por tal motivo no pudieron convertirse en simples portavoces de ideas abstractas.


Luis Alberto Rodríguez Barrera

Comentarios:albrobar@gmail.com


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